Amor inesperado
Hay combinaciones que son exquisitas, la música y el cine es una y cuando se encuentran con un maridaje preciso en un relato sobre el amor y la pasión, el resultado es más que satisfactorio. Nick Hornby es un hábil conocedor de estos mundos, su pasado como periodista y crítico musical le han permitido crear narraciones que profundizan sobre vínculos sin necesidad de subestimar al lector (Un gran chico, Alta fidelidad).
En la nueva adaptación de una de sus obras, Amor de vinilo (Juliet, Naked, 2018), y gracias a la dirección de Jesse Peretz (GLOW) todo fluye de una manera perfecta relatando la transformación de sus protagonistas y cómo, sin muchos preámbulos, la vida puede reorientar los destinos hacia otros lugares.
En Amor de vinilo conocemos a Duncan (Chris O’Dowd), un excéntrico profesor que está obsesionado con una leyenda de la canción, Tucker Crowe (Ethan Hawke), quien no ha compuesto ni aparecido en público por más de 20 años. Esa pasión que tiene por el músico lo ha llevado a crear un sitio de internet en el que despliega las más locas y tontas teorías, como también la publicación de imágenes “exclusivas” que va encontrando o que los otros fanáticos le envían.
Duncan vive con Annie (Rose Byrne), una empleada de un museo en decadencia, que reparte sus horas entre diálogos y paseos con su hermana y tener que soportar a su novio y su obsesión, sin siquiera preguntarse qué está haciendo con su vida. Cuando un día un sobre llega a la casa de ambos, con una grabación inédita de Tucker, todo cambiará, construyendo desde ese momento un relato sobre el amor, las crisis, la amistad, la profesión y sobre lo inesperado de la vida, y también sobre cómo se puede transformar una casualidad en una causalidad sin siquiera imaginarlo.
Amor de vinilo posee una sólida descripción de sus protagonistas, algo característico de las novelas de Nick Hornby, pero que gracias a la producción de Judd Apatow, la historia de amor se muestra desde otro plano: No existe aquí un atisbo de melodrama, pero sí de romance y pasión, desde un lugar en el que los personajes, con sus imperfecciones, miserias y dolores, se interrelacionan con el otro por el sólo hecho de haberse cruzado de alguna manera, virtual o físicamente. En donde las películas de género comienzan, con ese encuentro clave, Amor de vinilo promedia, y cuando la conexión entre los protagonistas se afianza, diálogos sobre la nada misma refuerzan la base con la que se había descripto a los personajes y su fortuito romance.
Tomando a su propia novela Alta fidelidad, y sumando reminiscencias a clásicos del romance como Algo para Recordar (An affair to remember, 1957) y Sintonía de amor (Sleepless in Seattle, 1993), Amor de vinilo nos recuerda que el amor puede surgir de la manera más inesperada, y a pesar de poseer obstáculos, la sinceridad en la relación y la honestidad con uno mismo dispara más posibilidades que la pose y la mentira.
La película funciona como comedia romántica porque desnuda sus personajes en una primera etapa en la que la vulnerabilidad los hace verosímiles, y conforme el guion comienza a intercalar narración sobre cada uno de ellos, hasta encontrarlos en un punto irreversible, la vivida descripción suma una faceta psicológica y emocional que los humaniza y los vuelve entrañables.