Amor ataca éxodo
Como resulta característico en la mayoría de los últimos films argentinos, el director Lucas Blanco eligió una circunstancia social del país para tener como base de su ópera prima llamada Amor en tránsito, película que narra diferentes encuentros (y desencuentros) amorosos teniendo como contexto el recurrente éxodo de jóvenes durante 2001 y 2002.
Esta película, que se presentó en la última edición del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata y obtuvo el premio al mejor largometraje latinoamericano, cuenta la historia de Mercedes (Sabrina Garciarena), que terminando los trámites que la llevan a Barcelona para reencontrarse con su novio, se cruza casualmente con Ariel (Lucas Crespi), que se irá transformando en una compañía más que agradable. A su vez, Juan (Damián Canduci) arriba al país después de muchos años de ausencia. No puede dar con la mujer que vino a buscar pero si conoce a Micaela (Verónica Pelaccini) que, abandonada por la partida de un viejo amor, va convirtiéndose en algo tal vez posible y cercano.
Tomando al TEG como referencia lúdica de las idas y vueltas de los personajes, el film desde su inicio transcurre con buen ritmo y singular originalidad, exhibiendo el panorama en el cual los jóvenes hacen largas colas para sacar pasaportes o hacen fiestas de despedidas para los amigos que se van. Pero más allá de estas situaciones, que sirven como contexto y no como núcleo de la trama, la cinta busca centrarse en las desventuras amorosas de estos cuatro personajes, que se intercalaran de manera acertada y precisa, utilizando de forma correcta los elementos de la narración coral.
Con una lúcida fotografía y cierto aspecto cool, el film se sostiene en las actuaciones de sus protagonistas, dentro de los cuales se destaca Lucas Crespi, siendo el más natural y correcto en su papel. Los otros actores realizan una buena labor pero nunca logran despojarse de cierta pose, que le quita frescura y sinceridad a sus trabajos.
Más allá de ser atractivo el contexto de la narración, el film transita los clásicos momentos de la comedia romántica, buscando ser cálida, sencilla y cercana, características que alcanza pero que lo convierten en un trabajo “tibio” ya que nunca penetra profundamente en las raíces de los personajes, quedándose con lo simple y pequeño.
Sin embargo, esta cierta ingenuidad no resulta tan nociva porque la cotidianeidad que contiene el trabajo junto con cierta naturalidad que transmiten algunas situaciones, hacen que Amor en tránsito sea un agradable entretenimiento donde se pueden ver historias cercanas que pasaron (y pasan) en nuestro país.