Quedándote o yéndote
La opera prima de Lucas Blanco se centra en cuatro jóvenes en crisis sentimental y migratoria, tras diciembre de 2001.
El amor y los aeropuertos tienen áreas de pasajeros “en tránsito”: limbos migratorios en los que uno ya partió, pero está lejos de llegar; no lugares de devenir, de ilusión y de angustia. En esta zona -más temporal y anímica que física- se mueven los personajes de la opera prima de Lucas Blanco. La (post)crisis de 2001 -el dilema de quedarse o irse- y una edad cercana a los 30 los ha puesto ante destinos indefinidos. Entonces, optan por viajar: en el deseo, en el amor, en la geografía.
El cataclismo económico los impulsa y expulsa. Pero Blanco evita que este tema, tan transitado en la última década, se adueñe de su relato, más intimista, centrado en relaciones pasionales, en el encuentro/desencuentro de dos hombres y dos mujeres jóvenes, a través de un mecanismo temporal ingenioso: los cuatro se cruzan sólo en Ezeiza, un instante. Después, la película transcurre en un presente que no lo es: por momentos es pasado; por momentos, futuro. Y acá vuelve la indefinición, en este caso temporal: el reflejo del interior de los protagonistas.
Se habla de comedia dramática; sólo por convención genérica. En el tono de Amor...
prevalece un romanticismo lúdico. No es raro que el TEG funcione como símbolo e hilo conductor, ni que los protagonistas busquen -en sus contramarchas y extravíos- qué táctica y estrategia seguir. El director también juega: con el tiempo, los lugares y las emociones, a las que muestra, sin dramatismo, en su carácter confuso y efímero. Esto, tal vez, genera cierta distancia y mitiga posibles empatías. Pero refleja el efecto de los años postmenemismo/postAlianza en un sector juvenil con chances de irse del país.
Hablamos de una película coral, amable, realizada con pericia técnica y un elenco en el que se destaca Verónica Pelaccini, que encarna al personaje de mayor arrojo y menores chances de emigrar; el que abre y cierra el círculo narrativo. La acompañan Sabrina Garciarena (antes de la fama), Lucas Crespi y Damián Canduci. Los diálogos funcionan, como es regla, cuando menos se siente su escritura; no siempre. Un filme fluido, que mantiene el interés del espectador y busca levantar vuelo levemente, como sus personajes.