Un clásico para recuperar la pasión por el cine
Cuando hace un par de años apareció la noticia de que Steven Spielberg iba a filmar una remake de “Amor sin barreras” a todos nos causó cierta sorpresa. En más de cinco décadas de carrera, el director de “Tiburón”, “ET” y “Rescatando al soldado Ryan” se había paseado con éxito por casi todos los géneros, pero nunca había filmado un musical. Entonces , ¿por qué ahora? ¿Por qué encarar semejante desafío a los 74 años y encima con este clásico? Después de ver la película, que se estrenó en todos los cines de Rosario (sí, hay que verla en el cine), la respuesta sale sola: Porque Spielberg puede, porque tiene el toque del genio y el poder de los grandes, porque hace que lo imposible parezca fácil y fluya.
Haciendo base en el musical original de Broadway de 1957, más que en la famosa película de 1961 que ganó diez premios Oscar, Spielberg respeta la historia original y refuerza (sin artificios ni desbordes) su esencia. “Amor sin barreras” es una versión libre de Romeo y Julieta ambientada en la Nueva York de los años 50, en medio de los conflictos raciales entre los latinos (puertorriqueños sobre todo) y los hijos de inmigrantes europeos que se ven a sí mismos como los verdaderos estadounidenses. Esta remake no trae la historia al presente pero sí hace hincapié en estos conflictos que persisten: el racismo, las desigualdades sociales, los que quedan fuera del sistema y la violencia inevitable que esto conlleva.
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Con esa mirada, Spielberg aborda el musical con el lenguaje del cine clásico, que acá se siente vivo y presente. En un tiempo en donde la industria audiovisual se reconfigura, duda y a veces se tambalea, la película es una declaración de amor sin medias tintas al viejo Hollywood, donde cada pieza y cada mecanismo funciona a la perfección: la precisión del guión de Tony Kushner (“Munich”), la fotografía de Janusz Kaminski (aliado inseparable del director), el ritmo del montaje, los cuadros coreográficos y las canciones de Leonard Bernstein y Stephen Sondheim, que aún mantienen su vigencia y emocionan.
El trabajo de casting también es impresionante e incluye varios hallazgos. Spielberg se jugó por un elenco con pocas caras conocidas. Tal vez algunos conozcan al protagonista masculino, Ansel Elgort (“Baby Driver”), o a Corey Stoll (“House Of Cards”), que aquí personifica a un policía. Pero la joven actriz Rachel Zegler (María, la heroína de esta historia) resulta toda una revelación. Y lo mismo pasa con Ariana DeBose (“The Prom”), que brilla en el papel de Anita. Al contrario de Natalie Wood, protagonista de la versión de 1961, Zegler tiene raíces latinas, y eso hace a su María más creíble y cercana. De todas maneras, parte de la leyenda de aquella película de los 60 regresa en esta remake con Rita Moreno (la Anita de la versión original), que a sus 89 años conmueve en un papel (Valentina) escrito especialmente para ella.