Para los fanáticos de ese musical inolvidable y perfecto que contó para el cine con el talento de Jerome Robbins, Robert Wise, el libro de Arthur Laurents, la música de Leonard Bernstein y la letra de Stephen Sondheim, la ocasión de recordar, comparar, y por sobre todo disfrutar de la versión de Steven Spielberg. Ya el comienzo es absolutamente impactante. Una gran bola de demolición destruyendo un barrio del que serán expulsados todos, incluso los que se odian como las bandas de blancos contra los portorriqueños que disputaran un territorio condenado a pertenecer a otros, entre ellos el Lincoln Center. Steven Spielberg con sus colaboradores, el guionista Tony Kushner, el director de fotografía Janusz Kaminski, la Orquesta Filarmónica de Nueva York dirigida por Gustavo Dudamel, la legendaria Rita Moreno, como puente generacional entre las dos versiones, rinden un homenaje a la versión cinematográfica de l961, con sus bailes intocables, y su maravilla. Pero también aporta más carnadura a los personajes latinos, un desarrollo nuevo para el rol que cumple Moreno, una profundización el tema de la intolerancia racial tan cercana, tan actual, y encuentros violentos que no tienen nada que ver en su dramatismo con pasos de ballet sino con la energía revulsiva de las peleas callejeras. Los toques nuevos profundizan conflictos, resaltan situaciones, y agregan situaciones de una esperada paz y convivencia, como el canto que muestra la experiencia de la portorriqueña que se caso con un gringo, una expresión de deseo de integración y no de enfrentamiento. Y además en personaje de Anybody no es un “marimacho” en la mirada del pasado sino una representante no binaria muy actual. La versión de Spielberg es intensa, actualizada, cuidada, deslumbrante y digna de verse. Aún para los más puristas de la inolvidable primera versión, que no será reemplazada por esta.