El mismo Steven Spielberg en una reciente entrevista reconocía que desde hace muchos años venía meditando la idea de hacer un musical, y que cada vez que pasaba el tema por su cabeza llegaba a una misma conclusión: West Side Story. Para poder asociar ese destino es importante rever la carrera del director que está a punto de cumplir 75 años. Steven llega a la industria con la ola de autores que propuso el Nuevo Hollywood, época de incertidumbres y desconfianza en el hombre y en el sistema.
Un joven Spielberg trajo una luz diferente, esa donde la cosa simples, se podían ver simples, pero representaban algo más grande. Ya sea una persecución en una ruta, una playa peligrosa o encuentros de otros tipos. La historia americana – a veces del planeta entero – explorada a través de tramas sobre la familia, el honor, el miedo, el futuro, entre otras cosas que convierten a la humanidad en un colectivo. Allí es donde entra este amor a primera vista.
Basada en Romeo y Julieta este musical estrenado en 1957 con música de Leonard Bernstein y letras de Stephen Sondheim, fue llevado al cine tres años después por Robert Wise y Jerome Robbins. La película no fue solo un total éxito con un presupuesto de 6 millones de dólares y una recaudación de 47, sino que logró llevarse 10 Oscars en la gala de 1961 incluyendo mejor película. Desde ese punto quedó en las alturas siendo uno de los grandes musicales en la historia. Rozando el status de culto. Tanto que prácticamente todos conocemos de que va West Side Story. En Nueva York a mediados de los 50 dos bandas de jóvenes, los Sharks, de origen puertorriqueño, y los Jets de origen europeo, se enfrentan constantemente por el territorio. Pero todo empeora cuando María y Tony de ambos bandos se enamoran a primera vista.
West Side Story es por un lado una historia de representación, identidad y celebración a las raíces de todos los grupos étnicos, y por otro es sobre como el racismo, clasismo y el nacionalismo extremo, lo único que logra es alimentar un odio el cual existe sin ningún verdadero valor. Solo un amor genuino y fuera de cualquier toxicidad que abunda hoy por hoy, puede hacerle frente a esa falta de compasión. Ni los Sharks ni los Jets luchan realmente por territorios, más bien pelean cada día de sus vidas para ser simplemente aceptados.
Con esto en la mesa es más que obvio que no nadie mejor para tomar este proyecto que Steven Spielberg. El hombre que, a mi modo de ver, es el que mejor entiende a la humanidad a través del lente. El director logra una notable obra. Rescatando los valores del musical y transportando a la audiencia a un sueño clásico y luminoso. Lejos de cualquier rimbombante sonido o colores excéntricos, el autor se mantiene fiel a la obra original y a la historia del género.
Spielberg atina no solo respetando la historia original sino agregando algunos espectros nuevos que se sienten genuinos en la atmosfera de la obra. Es importante también la elección del elenco con gente latina con muchos diálogos en español. Rostros nuevos para las grandes audiencias. Grandes coreografía. Una fotografía donde la luz brillante es un personaje más. Mucha cámara en mano, entre otras cosas. Especialmente los dos protagonistas, quedan ganas de ver futuros trabajos de Rachel Zegler. Ansel Elgort por su parte, en cualquier otro año, o en un universo donde no esté envuelto en la polémica, estaría peleando por todos los premios y firmando nuevos roles protagónicos.
Además de todo lo dicho, este West Side Story es un film muy especial para público más cinéfilo. En una época donde es incluso fácil decepcionarse no solo de la cartelera semanal sino del estado actual de cine, esta cinta es una oportunidad para volver a enamorarse del séptimo arte. Salir de nuestras casas, ir a un edificio, comprar una entrada, sentarse en la oscuridad y vivir con extraños y desconocidos una experiencia transformadora es algo único. A partir de la historia dos personas que se enamoran, podemos reflejar nuestra propia vida. Eso es algo muy poderoso. Es el motivo de porque hacemos lo que hacemos.