El autor de esta nota no es fanático (para nada) de la película clásica de Robert Wise sobre el musical de la dupla Sondheim-Bernstein. Probablemente, Spielberg tampoco o sí de un modo un poco extraño. Porque esta versión 2021 es una especie de corrección del film original en dos sentidos. El primero: recupera el artificio del estudio, aquello que era la marca onírica en el musical de la MGM y que -justamente- la primera Amor... borraba para filmar en locaciones y dar realismo. Spielberg ha coqueteado más de una vez con el género: tanto en su fracaso 1941 como en los títulos de crédito (inigualables) de “Indiana Jones y el Templo de la Perdición”. Aquí “rehace” la película original a la manera de los clásicos. Y logra algo modernísimo, paradójicamente. Por otro lado, la historia del romance entre ese Romeo irlandés y esa Julieta portorriqueña, a la luz de la corrección política actual, resulta más relevante. El resultado puede verse de dos modos: como un retorno a la mejor tradición del género según un cinéfilo cabal, o como una crítica a cierto estado del mundo donde en nombre de la inclusión se segrega cada vez más. Spielberg fue un joven maravilla, ahora es un viejo maestro, y lo demuestra.