Después de tres años de ausencia de las pantallas (“Ready Player One”, en 2018, fue su última incursión), regresa el todopoderoso Steven Spielberg, a sus setenta y cinco años, viviendo bajo el mote nada modesto de ‘Rey Midas de Hollywood’. Y lo hace dirigiendo una remake, algo poco habitual en su prolífica trayectoria de casi medio siglo. El director nativo de Ohio acomete uno de los musicales por antonomasia en la historia de Hollywood. “West Side Story” (estrenada como “Amor sin Barreras” en Latinoamérica) consagró al director Robert Wise hace exactos sesenta años, quien la dirigió en compañía de Jerome Robbins, y conglomeró un elenco compuesto por Natalie Wood, Richard Beymer, Rita Moreno, George Chakiris y Russ Tamblyn. Ganando un total de diez estatuillas Oscar (inédito logro para la época) y de origen eminentemente teatral, se inspira en la obra “Romeo y Julieta”, de William Shakespeare.
Como podemos verificar, a juzgar por los nombres propios integrantes, gran parte de la historia del cine podría contarse a través de semejante film. Robert Wise comenzó a granjearse un nombre en Hollywood de la mano de Orson Welles, con quien colaboró de montajista en “Ciudadano Kane” (1941) y “The Magnificent Ambersons” (1942). Experto cineasta todo terreno, no dejó género por explorar: romance, dramas, westerns, policiales, comedias musicales (repetiría la gesta con “La Novicia Rebelde”, en 1965), ciencia-ficción o cine catástrofe fueron sus ámbitos preferidos. ¿El espejo en donde se mira Spielberg? Ni tan contundente, ni tan comercial, a través de una carrera que se extendió por cuarenta años.
Otros dos nombres propios de absoluta alcurnia refrendan los laureles del film original: Leonard Bernstein, compositor, pianista y director de orquesta de fama mundial, y Rita Moreno, presente en el film de Spielberg, a sus casi noventa años de edad. Rita, la inolvidable cantante y bailarina. Su sabor latino marcó a fuego la historia de Hollywood. En la piel de la inolvidable Anita, su rol para el largometraje de Wise le abrió las puertas del éxito hacia el teatro y la TV. Pocas actrices pueden vanagloriarse de haber obtenido los cuatro principales premios del entretenimiento norteamericano, lauro comúnmente conocido como la Cuádruple Corona: Oscar, Emmy, Grammy y Tony. Moreno lo hizo en el término de una década y media, y es la única artista de habla hispana en haberlo conseguido. Semejante hito mensura su legado viviente.
La única aventura previa de Spielberg, abocándose a material previamente concebido, fue en 2005, para la nueva versión de “Guerra de los Mundos”, sobre el clásico literario sci-fi de H.G. Wells. Film que tuviera su antológico bautismo cinematográfico de la mano de la dupla conformada por George Pal y Byron Haskin, para su estreno en 1953. En aquella ocasión, la mirada de Spielberg actualizaba el formato genérico bajo una nueva concepción de la amenaza (el factor externo de peligro que se convierte en el eje del relato); y aquí lo encontramos nuevamente, sesenta años después, colocando manos a la obra sobre un material que constituyó un antes y un después en la historia del musical. Estrenado, probablemente, cuando dicho género se encontraba en su pináculo de popularidad. Entonces, ¿qué tiene para decir hoy “West Side Story”, sesenta años después?
Francamente poco y nada, a juzgar por el decepcionante material que se despliega ante nuestros ojos. Cuesta creer que sea Spielberg el cerebro tras la cámara. Tanto como la unánime alabanza de cierto sector de la crítica especializada, advenediza y genuflexa, ante el estreno del último film del último gran autor del cine contemporáneo. Léase Clint Eastwood, léase Steven Spielberg. Cuesta comprender que sea Tony Kushner (el destacado dramaturgo responsable de “Angels in America”) quien firme el guión de semejante despropósito. Inerte, inaceptable e innecesaria remake, “Amor sin Barreras” se ambienta en la New York de mediados de siglo pretendiendo maquillar con números coreográficos de ocasión y una fotografía vistosa sus serias carencias narrativas. Cosmética para disimular un hueco existencial de nivel planetario: la historia amorosa se desenvuelve mediante diálogos en extremo pueriles, la idiosincrasia latina está retratada a un nivel de caricatura ofensivo y con guiños idiomáticos subrayados en exceso. Ni siquiera las urgencias sociales en la coyuntura actual encuentran eco en semejante despropósito. Un retrato sensiblero que no iguala a sensible.
Pareciera que Spielberg pone manos a la obra en un género inédito de su autoría, olvidando por completo el ABC que lo convirtió en uno de los cineastas más vibrantes del último medio siglo en Hollywood. “Amor sin Barreras” derrama apatía y sabor a cliché a la hora de reflexionar acerca de divisiones raciales y rivalidades territoriales. Ya poco importa la vuelta a las fuentes, ese denominado reverdecer del espíritu clásico que trae un film de naturaleza conformista. Un pátina nostálgica de aquel recuerdo infante resguarda los buenos modos de este conservador remake, extendiéndose a insufribles ciento sesenta minutos de duración. Desabrida e inexpresiva, asusta pensar que su corrección política podría colmar el paladar de la siempre previsible Academia de Hollywood, recompensando con dorados laureles a todo producto que se escude tras el respecto a las raíces multiculturales. Soporífero discurso mediante. La barrera infranqueable.