Con tan sólo tres películas en su haber, Jason Reitman ya se ha forjado un estilo muy personal y una trayectoria sustanciosa. Hijo de Ivan Reitman, el productor y director de exitosos films como la saga Cazafantasmas y Un detective en el kinder, pero también de una comedia inteligente como Dave, presidente por un día, el talento de Jason parece haberse inclinado por la línea expresiva de este film de su padre, donde asimismo trabajó como actor. Sea como fuere, tras su auspiciosa ópera prima Gracias por fumar y su brillante Juno, el joven cineasta propone en Amor sin escalas una comedia extremadamente agridulce, surcada por diálogos mordaces y situaciones irónicas y hasta bizarras, que pasa de lo risueño a lo doloroso y reflexivo con una inmediatez en el que las sensaciones contrapuestas no se acumulan sino que aportan un enriquecimiento dramático constante.
Así como en Gracias por fumar Reitman describe a un hombre que trabaja sin remordimientos para las grandes tabacaleras defendiendo los “derechos” de los fumadores, aquí se ocupa de otro que es la estrella de una empresa que se dedica a un oficio aún más despiadado, el de comunicar a empleados de todo Estados Unidos que sus compañías deben efectuar drásticas reducciones de personal. Un servicio casi canallesco que él lleva a cabo con elegancia e indisimulable placer sólo porque adora volar y recolectar millas que lo lleven a un secreto y deseado objetivo. Convicciones se verán desdibujadas por la aparición de dos mujeres, una madura que se volverá su principal interés amoroso y una adolescente que, como Juno, desestabilizará todo lo que la rodea, aunque su arrogancia oculte una niña dolida y asustada.
Sarcástica y tierna, contemporánea y tradicional, Amor sin escalas es una pieza fenomenal sostenida sin pausas por un elenco impecable, con un Clooney a la cabeza que pone en juego lo mejor de su carisma y destreza interpretativa.