Amor Sin Escalas se debería llamar Escalas Sin Amor. Ese horrendo título no solo es una aberrante traducción del original Up in the Air, sino que además tiene poco que ver con la historia de la película: un hombre pasa la mayor parte del año viajando en avión porque trabaja en una empresa que ofrece personas para despedir a sus trabajadores sin que los directivos tengan que dar la cara.
Todo esto es una excusa en el nuevo trabajo de Jason Reitman (La Joven Vida de Juno y Gracias por Fumar). La sinopsis con la que se vendió esta cinta es solo la estructura del verdadero significado del relato. En realidad, las dos horas de duración se dedican a entrelazar una serie de personajes con diferentes posturas sobre las relaciones amorosas, los temores y la rutina que estas producen, los objetivos de vida de los humanos y el concepto del amor según las etapas de la vida.
George Clooney protagoniza con demasiada soltura un rol que le viene como anillo al dedo. Parecido a lo que se sabe de su vida privada, su papel intenta no vincularse a largo plazo con ninguna mujer y tiene como meta principal ganar el mayor logro como pasajero frecuente de la aerolínea que utiliza. Al actor no se lo nota exigido en la mayoría del film, ya que parece que estuviera hablando el mismo con naturalidad. Solamente en las escenas de tono dramático con su familia se ve un personaje construido.
Lejos de su interpretación en Michael Clayton (la mejor de su carrera), es poco entendible los galardones que se le están otorgando, como si fuera el nuevo Tom Hanks.
En el reparto también están Anna Kendrik (de la saga Crepúsculo), como la nueva adición a la compañía que propone echar a los trabajadores mediante video chat. Histérica y vulnerable, su actuación podría haberse sido insufrible, pero termina siendo más que buena. Las discusiones con el galán sobre las formas opuestas en las que llevan adelante sus vidas son un punto alto de la película.
Un par de escalones arriba está Vera Farmiga (la novia de Matt Damon en Los Infiltrados), una mujer audaz y sexy con quien Clooney tiene encuentros casuales cuando las escalas lo permiten. Su frescura y los momentos variados por los que transcurre su rol hacen que su labor sea la más rescatable, aunque no gloriosa.
El guión es bueno, pero, como suele pasar con los trabajos de Reitman, le falta pasión. Al tocar temas tan profundos y en situaciones muy intensas, la narración carece de un acompañamiento adecuado para tales circunstancias que no se suple con logrados diálogos. Uno no logra ponerse en el lugar del protagonista ni entender que pasa por su cabeza. Asimismo, el film no se define entre la comedia ni el drama, lo que dificulta aún más adentrarse en la historia por los constantes cambios de estados. El clima intimista que seguramente se pretendía queda a mitad de camino por los motivos enumerados.
Más allá de estas falencias, los temas tratados son buenos, así como los mensajes que deja. Habla de la crisis económica, de la crueldad de las empresas a la hora de dejar sin empleo a sus colaboradores y los sentimientos de estos cuando tienen que volver a sus casas con la triste noticia. Cerca del final está una de las mejores escenas cuando, a modo testimonial, verdaderos desempleados cuentan cómo pudieron sobrellevar la situación.
Vale destacar el buen desempeño del hijo del cineasta Ivan Reitman como director. Las acertadas tomas cambian de la mano del relato. Se estructura, se relaja, pasa a filmar con cámara en mano, se vuelve a estructurar.
Esta cinta, gran candidata al Oscar a pesar de no ser del tipo que suele gustarle a la Academia, es una buena película, con actuaciones decentes, correctas decisiones detrás del lente y un guión desangelado pero con propósitos interesantes. En su próximo proyecto, Reitman debería pulir más el libreto para conseguir empatía con la audiencia.