Clooney por las nubes
Cada crítica que se encuentren sobre esta película les dirá -o les debería advertir- que Amor sin escalas es un nombre pésimo para un filme que originalmente se llama algo así como "En las alturas" o "Por los aires" (Up in the air) y que "amor" en el sentido -del género- romántico no tiene por ningún lado.
El nuevo filme de Jason Reitman (La joven vida de Juno, Gracias por fumar) fue el más nominado para los Globos de Oro, pero también el más perdedor, pues sólo se llevó un premio: el de mejor guión. Ahora bien, ¿merecía ese galardón? Sin dudas, ese era un premio que la multiganadora Avatar no podía llevarse, con su inestable y facilista argumento. Y también es cierto que una película como Up in the air tiene en el guión y en sus actuaciones sus puntos más altos, porque pese a que la dirección es muy buena, no termina de destacarse. Pero (siempre hay un pero) también es cierto que, si bien la historia que cuenta y los personajes que describe no son para nada trillados, cerca del final el guión se vuelve bastante predecible, bastante común, bastante igual a todas las películas del mundo.
Clooney, tal como ya lo ha dicho todo el mundo, casi que se interpreta a sí mismo: Ryan Bingham es un cincuentón encantador que vive con todos los gustos y que descree del matrimonio. Pero también es un tipo que trabaja para una compañía que se encarga de despedir gente, por lo que vive yendo y viniendo en avión de acá para allá y casi nunca está en su casa -cosa que odia-, en donde pasa "unos 40 horribles días al año". Cuando encuentra un hueco entre despido y despido, da charlas (¿motivacionales?) que hablan de lo bueno de estar sólo, de no encariñarse con sus pertenencias, de no apegarse a nada, ya sea una familia, una esposa, una casa, un auto. Pero entonces aparecerán dos elementos desestabilizadores de su perfecta vida nómade: por un lado, una joven ejecutiva (una algo irritante pero muy convincente Anna Kendrick) con un plan de revolucionar la industria de los despidos realizándolos vía teleconferencia, lo que implica que Ryan deberá abandonar su vida de hotel en hotel y de aeropuerto en aeropuerto, esa que tanto ama. Por otro lado, un encuentro fortuito en un hotel (con Alex Goran, interpretada por Vera Farmiga) le brindará la posibilidad de enamorarse. O algo parecido.
Si el guión de Reitman se destaca es porque es capaz de brindar personajes creíbles, queribles, que nos provocan ganas de conocerlos más y mejor, y porque -y aquí está la genialidad del autor- nos brinda diálogos brillantes en cada escena, lo que genera la mayor parte de las risas y sonrisas de su metraje. La dirección de Reitman acompaña con su ritmo llevadero y su corrección. Sin embargo, la elección de mostrar a los empleados despedidos en continuado mirando a cámara quizá no haya sido la más acertada. Más de una vez sus reacciones parecen forzadas, cuando no directamente inverosímiles. Y el director se da el lujo de poner en su elenco -en letras grandes en los créditos- a dos buenos actores en alza como J.K. Simmons (el desopilante jefe de la CIA en Quémese después de leerse, que también aparece como el director del diario en toda la saga de Spiderman) y Zack Galifianakis (el cuñado trastornado de ¿Qué pasó ayer?) que simplemente aparecen unos minutos en el filme, como empleados que pierden su puesto.
Amor sin escalas es una película agradable, sobre un personaje encantador en un mundo que, según su protagonista, es lo mejor que puede haber. Una comedia muy poco romántica con un guión muy bueno en su desarrollo y algo alicaído sobre el final, pero que redondea un entretenimiento apacible y hasta deja algunas preguntas flotando como para que pensemos mientras tomamos un café a la salida del cine. En su tercer filme, Reitman consigue mantener su status de nuevo-director-cool-pero-serio con una historia que, nuevamente, supera tranquilamente a las tantas comedias del montón que se estrenan durante el año, aunque quizás las constantes nominaciones sean algo exageradas. El tiempo lo dirá.