Ponyo a la Irlandesa
“Bajo del mar, bajo del mar. Vives contenta, siendo sirena eres feliz. Sé que trabajan sin parar y bajo el sol para variar. Mientras nosotros siempre flotamos. Bajo el mar”.
Los griegos decían que cuando navegaban, escuchaban canciones de mujeres, provenientes del mar, que tenían la mitad superior, cuerpo de humano, y la otra mitad, cola de pez. Las canciones hipnotizaban a los navegantes, y los griegos le echaban la culpa a las “sirenas” cada vez que chocaban sus barcos.
Los irlandeses, en cambio creen en las selke o mujeres foca. Según el mito de Ondine, una mujer foca va a salir a la superficie y vivir durante siete años con un hombre común, si se enamora de él, perdiendo sus vestimentas hasta que su marido la venga a buscar y la regrese al mar.
El ecléctico Neil Jordan, que siempre fue fiel a sus raíces irlandesas, tiene una extensa trayectoria mezclando fantasía, política y romance. Sus mejores trabajos suelen ser aquellos que no hace por encargo, que él mismo escribe, que puede conjugar y jugar con los géneros cinematográficos. Su cine tiene elementos transgresores, oníricos, discutibles, pero lo que es indudable, es que siempre fue un gran narrador.
El IRA, la crítica hacia la iglesia católica, mezclado con los miedos de la niñez, la forma en la que la violencia genera mayor violencia, y apuntados aportes de humor negro distinguen su filmografía.
Tras la relativamente polémica Valiente (que acá salió directamente en DVD) con Jodie Foster, Jordan regresa como pez al agua, a su Irlanda natal con una vieja fábula que rememora un poco los cuentos de Hans Christian Andersen, pero con una vuelta de tuerca. Así como en 1984 realizara, una macabra versión de Caperucita Roja con En Compañía de Lobos, ahora manifiesta su propia mirada del mito de La Sirenita.
Syracusse (un Colin Farrell sólido, sin excesos. Volver a Irlanda también le hace bien a él, se nota) es un pescador solitario que un día tira la red al agua y saca una mujer hermosa. La misma no tiene nombre (se hace llamar Ondine, como el mito local). Syracusse le da un hogar a cambio de su compañía. Ondine le pide que la lleve a pescar, pero que la esconda de la visión del resto de la gente. Ella le trae suerte con la pesca y Syracusse se enamora de ella. Al mismo tiempo, aparece Annie, la hija. Annie se traslada en silla de ruedas mientras espera que le hagan un transplante. Entre Ondine y Annie nace una buena amistad, y Syracusse mejora su carácter gracias a la compañía de ambas. El problema surge, cuando un misterioso hombre viene a buscar a Ondine.
Jordan construye una comedia romántica con algo de drama, pero que nunca se convierte en una telenovela. Todo lo contrario, se puede decir que es la obra más optimista de Jordan en mucho tiempo. Más interesado en el retrato de la comunidad pesquera y en la relación entre los personajes, profundizando en las ironías sobre el destino, el azar, la vida y la muerte, el realizador de El Juego de las Lágrimas y Entrevista con el Vampiro, crea una fábula en donde la realidad social se introduce de forma mágica.
Seductora y elegante, acaso como Mona Lisa, Un Buen Ladrón, El Ocaso de un Romance o Desayuno en Plutón (una película subvalorada si las hay) Amor sin Límites no será la GRAN película de este gran realizador, pero al menos sostiene su estatus autoral. Humor, romance, nostalgia navegan alrededor del barco de Syracusse.
Como ya dije, Farrell está cómodo en el rol, bien acompañado por la bella cantante mexicana Alicja Bachleda y por el actor fetiche de Jordan, el excelente intérprete Stephen Rea, a quien esta vez, le reserva un rol secundario que encara con la naturalidad que lo caracteriza.
En los límites del absurdo y el realismo mágico, Jordan realiza este trabajo sin fisuras, que además cuenta con una hermosa banda sonora a cargo de Kjartan Sviensson (que también aporta con una canción en 127 Horas) y la maravillosa fotografía de Christopher Doyle, aprovechando al máximo la geografía irlandesa.
A través del canto de su sirena, Neil Jordan lleva a un buen puerto Amor sin Límites, un cuento de hadas fiel a su estilo, que va a provocar el derrame de algunas lágrimas. Solo que esta vez no será un juego, y las sirenas no traerán sorpresas, de la mitad de la cintura para abajo.