Hay un encanto sutil pero a la vez pregnante en la ingenuidad de los personajes de Amor urgente. Apoyada en los resortes argumentales prototípicos de las historias de primer amor adolescente, la película de Diego Lublinsky (director también de los largometrajes Tres minutos y Hortensia) apuesta, antes que nada, por una deliberada artificialidad que se manifiesta en la repetida utilización de retroproyecciones -un recurso atípico en el cine contemporáneo muy bien usado por Willy Behnisch- para construir sus escenarios y se revela también en un estilo de actuación que mayormente evade el naturalismo. El resultado de esa decisión es saludable: la creación de un mundo propio que funciona con reglas que alteran levemente el sentido común narrativo.
El despertar sexual es el gran tema del film, cuya eficacia se refuerza con actuaciones convincentes de los más chicos (Paula Hertzog, Martín Covini) y los más experimentados (Fabián Arenillas, Paola Barrientos), entregados por completo al juego que les propuso Lublinsky. Decidido a trabajar con una evidente distancia irónica sobre los estereotipos (los chicos rudos, los más freaks, las chicas inalcanzables), el director logra reinventar un cuento contado miles de veces gracias al dominio de los mecanismos de un humor liviano e inteligente y consigue así cierta singularidad, ese bien cada vez más preciado en el universo de la ficción cinematográfica.