Tras la notable Hortensia (codirigida con Alvaro Urtizberea y estrenada en Mar del Plata 2015), Lublinsky redobla la apuesta por la artificialidad, ya que no solo la acción escapa del realismo que arrecia en el cine argentino sino que aquí le suma además unos fondos proyectados.
La película tiene algunas situaciones ingeniosas y unas cuantas ideas visuales muy creativas, pero el resultado final es menos eficaz que el de la apuntada Hortensia. Si aquel film nos transportaba a un universo particular y fascinante, aquí los terrenos del coming of age resultan menos entrañables y seductores.
Amor urgente está ambientada en Resignación, una pequeña ciudad bonaerense de 10.000 habitantes a la que llega Agustina con su madre Irene, experta en moda y lencería (ellas aseguran que el padre / marido está en Europa). Pedro es un típico perdedor, un adolescente torpe y tímido, habitual víctima del bullying por parte de sus compañeros del colegio secundario (tiene, sí, un amigo bastante fiel).
Mientras todos están con las hormonas descontroladas en pleno despertar sexual quinceañero, Pedro y Agustina entablan una relación tranquila, en el que la amistad se confunde en medio de rigideces e indecisiones con la posibilidad de un primer beso y la llegada del primer amor.
En el universo de Amor urgente -que se completa con pantallas partidas y constantes retroproyecciones- los adolescentes en muchos casos encajan en la definición de freaks, se apela de manera premeditada a los estereotipos (los chicos rudos, por ejemplo, andan en moto), pero más allá de algunos pasajes narrados con sensibilidad (como cuando Pedro consigue pequeños avances y su autoestima mejora), los diálogos y conflictos resultan en varios pasajes demasiado anodinos. De todas formas, no deja de ser una (asordinada) comedia cuidada y amable en su espíritu y su tono narrativo.