La Segunda Guerra Mundial es uno de los grandes temas de la historia del cine. Mientras que en los Estados Unidos se suele recurrir a ella desde el sentido épico de las batallas, las cinematografías europeas se centran más en las consecuencias sociales, políticas y culturales legadas por los años de balas, muerte y bombas.
Tal es el caso de 1945, film de húngaro Ferenc Török estrenado mundialmente en el apartado Panorama del Festival de Berlín del año pasado, que propone un acercamiento sutil, pero no demasiado profundo a esa época de transición en la historia de aquel país mediante un relato centrado en dos judíos ortodoxos que llegan a un pueblo con dos grandes baúles mientras los habitantes se preparan para el casamiento del hijo de un importante funcionario público con una campesina.
El arribo pone en alerta a toda la comunidad. A los vecinos, porque piensan que puede tratarse del mascarón de un proa de la llegada masiva de judíos. Y al funcionario, porque teme que se trate del inicio de un reclamo formal por las tierras que les arrebataron durante la guerra. Un arrebato realizado con la complicidad de gran parte de la población.
Filmada en un riguroso blanco y negro y con una sofisticada puesta de cámara, 1945 es una aproximación a las tensiones suscitadas en Hungría luego de la guerra. Török es un realizador preciosista en sus decisiones formales, y entrega varias imágenes de enorme potencia simbólica. Resulta inevitable vislumbrar en los temores de la comunidad una metáfora de la situación actual de aquel país, que en las últimas elecciones pegó un giro hacia la derecha más xenófoba y nacionalista.