“AMOR URGENTE” es una coming of age a la que el director Diego Lublinsky le imprime una puesta en escena particular, sumamente creativa, que le permite diferenciarse del grupo de películas del género. Tal como lo había hecho en su trabajo anterior (“Hortensia”), Lublinsky trata de borrar cualquier signo temporal.
Así es como no sabremos si esta historia adolescente se sitúa en algún pueblo de la provincia de Buenos Aires o si es un pueblo de alguna otra provincia. No sabremos si estamos transitando los años ´70, mediados de los ´80 o si podría estar situada casi en la actualidad.
Inteligentemente, se borran todo tipo de referencias en el diseño de arte (no hay celulares, no hay autos que puedan dar cuenta de la época en el que se narra la historia, el vestuario es lo suficientemente neutro para no dar señales demasiado precisas) y eso es, lo que en principio, hace que el juego que propone el director se vea sumamente atractivo y novedoso.
Sumado a esto, el recurso de retroproyecciones por detrás de los personajes en lugar de la escenografía, hace que el clima de ficción y de artificialidad sobre el que Lublinsky estructura toda la propuesta, se convierta en una las aristas más singulares del filme. Como todo recurso, a medida que avanza la trama y el artificio se repite, se va tornando algo excesivo y reiterativo, aunque jamás quede desajustado o desatinado.
Los pocos datos con los que contamos es que el pueblo donde se desarrolla la historia se llama Resignación.
Y que la mirada del director, estará puesta particularmente en Pedro, un chico extremadamente tímido que se verá revolucionado con la llegada al pueblo de Agustina, la chica nueva del colegio. Pedro y sus amigos están en plena ebullición adolescente, en pleno despertar sexual, en los primeros acercamientos amorosos y los primeros encuentros con el sexo opuesto.
La mirada del director sobre las situaciones que viven sus personajes es sumamente tierna (desde la ansiedad del primer beso hasta la necesidad de alardear con los amigos y amigas de debuts sexuales inexistentes o exagerados al extremo, miradas cómplices y pequeñas confesiones) y todo el clima que respira la película tiene la mezcla exacta de fábula naïf y los miedos propios de crecer y enfrentar nuevas etapas.
Tanto la historia de amor central entre Pedro y Agustina como las de los grupos de amigos de cada uno de ellos, están elaboradas con pequeños detalles que van enriqueciendo la historia, con diálogos directos, sinceros, con los que uno puede empatizar rápidamente.
Lublinsky sabe pintar perfectamente ese universo de plena adolescencia, de escuela secundaria, de amigos del barrio, de secretos y detalles amorosos, de confidencias y complicidades, en donde la sexualidad era el tema recurrente en cada recreo, en cada hora libre, donde una anécdota de desventura sexual de un compañero, era la más buscada a la hora de aprender cosas nuevas.
En paralelo, aunque muy tangencialmente, Paola Barrientos (como la madre de Agustina) y Fabián Arenillas (el intendente del pequeño pueblo) conforman el mundo adulto y viven su propios escarceos amorosos, demostrando el amplio oficio con el que siempre componen a sus personajes. Asimismo, la historia de la madre de Agustina será el disparador para una trama secundaria en donde también será importante para ella no sólo encontrar el amor sino su propia identidad.
Dentro de los puntos fuertes contamos con la fotografía del talentoso Will Behnisch que crea un clima completamente funcional a la propuesta, la música de Panchi Quesada y Marcelo Etchemendy que genera el clima ideal y con el guión del propio Lublisnky junto a Pablo Schuff.
Del otro lado de la balanza, habrá que poner algunos marcados desaciertos en los roles protagónicos de Agustina y Pedro, donde Paula Hertzog y Martin Covini enfrentan algunas complicaciones a la hora de desarrollar sus papeles y dotarlos de espontaneidad y frescura. Sobre todo Covini en el decir de algunas de sus líneas de diálogo suena incómodo y disonante con el resto de la puesta, con cierta rigidez en sus expresiones y presentando ambos alguna tendencia a una composición escolar.
Así y todo, como Lublinsy apuesta siempre a la artificiosidad como bandera, aún con los desniveles del elenco adolescente –de actuaciones más logradas en algunos roles secundarios-, el producto final respira un clima de simpatía y disfrute que nos permite ver “AMOR URGENTE” con una sonrisa casi permanente, enternecerse con las situaciones que se plantean y recordar que, alguna vez, también hemos sido adolescentes y nuestro principal problema era dar un buen primer beso.