Lento, más lento
Amor urgente dice mucho de sí misma en el título, en varios niveles. Requiere cierta paciencia para comprenderla, para terminar de entrar en ella. Tanto la dirección de actores, un poco rejtmaniana, como la decisión de usar retroproyecciones haciendo las veces de escenografía extraña mucho la mirada. Luego de unos minutos uno se va olvidando de ello y la película comienza a fluir poco a poco, comenzamos a entrar en un estado de trance que hace verosímil la diégesis, como en el teatro, donde los elementos de ambientación son alegóricos, simbólicos y, en general, austeros. Por momentos podemos dudar si no se están confundiendo austeridad con pobreza ya que esta decisión parece responder menos a una propuesta estética que a un abaratamiento de costos pues la fotografía no está a tono con lo que se muestra y por momentos los emplazamientos resultan confusos.
Ya inmersos en la trama, la historia está bien estructurada a partir del molde de las comedias románticas y el cine de adolescentes. Las actuaciones son muy parejas incluso entre los chicos, que no son conocidos, y los dos actores de más renombre (Paola Barrientos y Fabián Arenillas, que supo trabajar con el mentado Rejtman). Los directores eligen la ternura y el humor como tesitura por encima del rencor o la malicia que se va destilando en la historia.
Lo mejor del filme claramente es su tesis, ya esbozada en el título, que la emparenta con la gran Superbad (Por estas tierras Supercool, de Greg Mottola). En ambos relatos la historia comienza como las típicas películas estadounidenses que podríamos denominar como de iniciación sexual (masculina casi siempre). Como en Porkys o American Pie, un grupo de adolescentes se desesperan por perder su virginidad y transitan un periplo lleno de frustraciones y dificultades para lograr el objetivo. Sin embargo, llegando a la mitad del metraje (en el caso de Superbad recién al final) comenzamos a entender que hay un desfasaje entre el deseo que expresan con el que realmente sienten.
Los adolescentes no son todos iguales pues es una etapa equidistante entre la niñez y la juventud; no puede haber una sola forma de ser, de sentir y de desear. Las compañeras de la protagonista terminan siendo como el personaje de Mena Suvari en American Beauty, alardeando de algo que no hicieron y que les genera más miedo que ansias. El deseo sexual en ellos es algo impuesto por los medios de comunicación, no les es propio; lo que buscan en verdad es ser queridos, lisa y llanamente.
Esa es la primera mentira, pero no la única, pues la protagonista vive una vida signada por el engaño. Nada es lo que le dicen y debido a eso imprime en su cuerpo y sus sentimientos la represión; sólo la verdad la hará libre. Esa es su urgencia, no el amor.
Por Martín Miguel Pereira