Agustina y Pedro son dos jóvenes estudiantes del pueblo “La Resignación” que buscan descubrir el verdadero significado del amor, ajenos a la obsesión sexual que viven sus amigos adolescentes. Ellos son los protagonistas de “Amor Urgente”, film cuyo elenco es mayoritariamente joven y está integrado por Fabián Arenillas, Paola Barrientos, Martin Covini, Paula Hertzog, Martín Policastro y Gonzalo Urtizberea.
El director Diego Lublinsky (realizador de los largometrajes “Tres Minutos” y “Hortensia”) se centra en las obsesiones sexuales que atraviesan todos los adolescentes en pleno despertar, si bien su mirada se dirige de forma muy particular a explorar que sucede en el descubrimiento que experimenta (con sus curvas evolutivas) la pareja de adolescentes mencionada. Presentados lejos del estereotipo de niños en edad púber ‘cancheros y carilindos’, los protagonistas verán transformar su mirada desde la inocencia y la torpeza más pura a la picardía y la excitación constante, a lo largo de este camino iniciático.
Allí, el punto de vista del director dota al film de una nueva capa de sensibilidad y va más allá de la habitual ebullición que acompaña a la edad. Porque se trata de descubrir el verdadero significado del amor. Un tanto aislados en esa búsqueda exacerbada –por esto del distinto, que no encaja- e incomprendidos por su entorno, los chicos encontrarán aquello que buscaban, con más desatino que gracia, entre burlas y constantes competencias sexuales. Si bien siempre es necesaria la cuota de singularidad para volver a contar una historia que pareciera ya hemos visto en otras ocasiones, también es preciso que el humor acorde a este tipo de relatos no sólo roce lo pueril, sino que sea inteligente. Allí es donde el film se queda a mitad de camino y pudiera pecar de pretencioso: aspira a una cualidad por la cual su falta de lo segundo, termina aburriendo al espectador.
Quizás el valor más rescatable del film sea la forma original desde la propuesta visual, que encuentra para llevar adelante su relato: la ambientación pueblerina (una anacronía que se percibe, por ejemplo, en cómo visten sus personajes) llevada a cabo desde una manera más original, mediante continuos juegos visuales.
No sin la dosis de simpatía y amabilidad que este tipo de historias requieren para dibujar personajes, Lublinsky concibe un ejercicio formal desde la puesta en escena, captando esa atemporalidad, en donde los mecanismos del relato van trazando este llamado coming of age, ya abordado en reiteradas ocasiones por la pantalla grande, con más o menos prejuicios. Si bien con altibajos, y dentro de lo predecible de la obra, Lublinsky no cae en el lugar común de burlarse de la torpeza sexual y del carácter -un tanto quedado- de sus personajes, sino que los retrata cariñosamente, sin juzgarlos.
Luego de un inicio prometedor, el resultado entrega pocas situaciones ingeniosas desde la narrativa, por el contrario más ideas visuales creativas, como las retroproyecciones como artilugio. No obstante, el resultado final, así y todo, deja gusto a poco. Justamente, esta contención es la que maniata a un film falto de la suficiente dosis de ingenio.