Continuar manteniendo el nivel económico y social sin trabajar, donde el único valor que conserva es el de un importante apellido (de su marido muerto), esa es la misión que tiene Lady Susan Vernon en esta historia trasladada de una novela corta escrita por Jane Austen a fines del siglo XVIII.
Este film dirigido por Whit Stillman cuenta la historia de una viuda reciente que tiene a una hija adolescente pupila en un buen colegio, a la que, a toda costa, quiere casar con un millonario y, de paso, si ella puede también casarse con otro rico. El relato transcurre a fines del 1700 en Inglaterra, en campiñas de gente adinerada. con muchos sirvientes a su disposición, y una apacible y cómoda vida.
Lady Susan Vernon (Kate Beckinsale) es una mujer fría, calculadora, que tiene muy en claro qué hacer y cómo moverse en la vida para lograr lo que se propone. Eso implica manipular a su hija, a la familia política que la recibió en su casa, a amigos y conocidos, al sacarles provecho, tanto a los inteligentes como a los tontos, valiéndose de ellos para sus planes. Siempre logra salir bien parada en todo lo que hace, cada acción que comete está premeditada hasta en el más mínimo detalle, y si algo falla, tiene la lucidez y las armas necesarias para solucionar el inconveniente.
Los escrúpulos y la moral no son cuestiones que le preocupen a la protagonista, no le remuerde la conciencia, pues para ella está todo bien, lo que hace como lo hace,, porque al poseer sólo como propio el preclaro apellido de su difunto esposo no tiene nada que perder, y se la juega el todo por el todo hasta el final.
Está muy buena la ambientación de la época, el director utiliza pocas pero buenas locaciones que conservan el aspecto exterior de más de 200 años de antigüedad.
El vestuario, la escenografía, la fotografía, la luz están cuidados al más mínimo detalle, acorde a lo que la historia nos cuenta.
El elenco tiene parejas actuaciones, nadie se destaca, excepto Kate Beckinsale que compone a su personaje en forma ajustada, precisa, cargando exitosamente con el mayor peso de la historia participando en la casi totalidad de las escenas.
El lenguaje literario expuesto en el guión es muy florido, con largas frases y muchas metáforas, por lo que el espectador debe estar muy atento a los diálogos para no perderse la esencia de la narración.
Lo que desentona un poco cinematográfica es la presentación de los personajes, porque parecen que fueran de una historieta y no de una película de época. Pero eso corresponde al concepto estético del realizador.
Esta es una comedia para pasar el rato, no tiene la originalidad suficiente para hacer historia en la cinematografía de estos tiempos.