Bella, inteligente y ambiciosa
Lady Susan, amor y amistad, basada en la novela de Jane Austen, tiene a Kate Beckinsale en el mejor papel de su carrera.
Cuando Jane Austen escribió Lady Susan tenía sólo 19 años y no imaginaba que iba a convertirse en un clásico de la literatura universal. No había escrito aún las grandes novelas que la ubicarían en ese pedestal del que ya nadie podrá bajarla si se juzga por el enorme éxito que siguen teniendo Orgullo y prejuicio, Sensatez y sentimientos, Persuasión o Emma.
La gran ventaja de Whit Stillman (Los últimos días de la disco) como guionista y director es que sí conoce la dimensión de esa narradora inigualable y se vale de semejante conocimiento para que su adaptación sea un verdadera proeza. Hay que tener en cuenta que el relato original de Austen es una breve novela epistolar, muy bien compuesta, pero limitada por ese género que a fines del siglo XVIII ya mostraba signos de agotamiento.
Lady Susan es uno de los retratos más perfectos y menos moralistas de una manipuladora que ha dado la literatura. En su paso al cine, se transforma, además, en un cuadro de la aristocracia inglesa de la época, en sus variantes campesina y urbana. Stillman es un experto en diseccionar las clases altas como sólo puede serlo alguien que ha pertenecido a ellas, sin odio ni rencor, aunque con mucha ironía y sentido del humor.
Lady Susan, interpretada por Kate Beckinsale en el mejor papel de su carrera, es una viuda todavía joven, madre de una hija de 16 años, con una mente brillante, una ambición proporcional y un corazón que todavía late, pero que ella controla por el placer que le proporciona controlarlo todo. No sólo quiere bienestar, quiere algo más y conoce varios caminos para conseguirlo.
Por suerte, Austen y Stillman entienden la psicología de una manera poco y nada freudiana. Hay caracteres (la mayoría de los hombres) y hay personalidades (Lady Susan, su amiga Alicia Johnson y en menor medida su cuñada Catherine). La estrategia importa más que las motivaciones, como sabe cualquiera que entienda el poder. En ese sentido, los personajes son lo que pueden hacer de sí mismos en la posición social que se encuentran, y la herramienta más eficaz de esa guerra de salón es el lenguaje.
A diferencia de Austen, Stillman se permite mostrar en modo espectral las rígidas diferencias de clases de la Inglaterra del siglo XVIII. Lo hace acentuando los movimientos casi mecánicos de los sirvientes que componen una especie de máquina humana, un sutil aparato de sumisión, de espionaje y de delación.
Lo que se mantenía en estado de abstracción en la novela epistolar (carente de descripciones y de diálogos) se vuelve algo mucho más concreto y tangible en la película. Eso es un punto a favor y un punto en contra a la vez. De ahora en adelante, ¿cómo será posible imaginar una Lady Susan que no tenga la cara, el cuerpo y la voz de Kate Beckinsale?