Extraordinaria e irrespetuosa adaptación de una poco conocida novela de Jane Austen, “Lady Susan”, la nueva película del realizador de “Metropolitan” es uno de los mejores estrenos de la temporada: una comedia ingeniosa, pícara y brillante protagonizada por Kate Beckinsale y Chloë Sevigny.
Al ver tan solo unos segundos de AMOR Y AMISTAD, la nueva película de Whit Stillman, uno se preguntará cómo a nadie se le ocurrió hacer una combinación así antes. Si hay un autor del cine contemporáneo capaz de llevar al cine un universo como el de Jane Austen sin caer en el tono conservador/respetuoso de gran parte de las adaptaciones al cine de la autora –especialmente desde el desembarco cinematográfico casi completo de su obra en los años ’90– ése es el director de METROPOLITAN, película que no por nada contenía en un momento un debate sobre la obra de la escritora.
La película se basa en LADY SUSAN, una novela inconclusa y con forma de intercambio epistolar que Austen escribió siendo muy joven y que, publicada mucho después de su muerte, es uno de los trabajos menos conocidos de la autora. Fue eso, seguramente, lo que ha permitido (o liberado) a Stillman para imponer bastante su personalidad, tono y estilo catacterístico a las desventuras de esta mujer que, como muchos otros personajes de Austen pero en plan algo más pícaro, desea casar a su hija para mejorar su difícil situación económica.
Es un encuentro de sensibilidades óptimo, ya que Stillman logra sacarle el lustre de falso y académico prestigio pero sin perder el respeto por los materiales y, a la vez, poniendo en primer plano el agudo ingenio de los diálogos y el subtexto económico/social que muchas veces queda tapado en las adaptaciones cinematográficas por las idas y vueltas románticas de los personajes. Al contar con un guión propio que se toma bastantes libertades con el original, Stillman le impone al filme un toque cómico más evidente, que logra el milagro de bordear la parodia sin caer jamás en ella del todo, de utilizar recursos que podrían ser considerados “posmodernos” pero sin jamás poner a la historia ni a sus personajes por debajo de sus jugueteos formales y, especialmente, de transformar a la novela en una película divertídisima que actualiza, como muy pocas lo hacen hoy, el screwball comedy clásico del Hollywood de los años ’30.
En el que tal vez sea el mejor papel de su carrera, Kate Beckinsale le escapa por un rato a la devaluada superacción de la saga UNDERWORLD para volver a sus orígenes (uno de sus primeros roles, en 1996, fue en una versión televisiva de EMMA) y encarnar a Susan Vernon, una mujer de fines del siglo XVIII que acaba de enviudar y que tiene una hija a la que intenta casar para recuperarse de su difícil situación económica actual. La bellísima, sagaz y muy pícara Susan puede a la vez atraer las miradas de los candidatos que bien podrían/deberían ser para su hija y ser una creíble aunque desentendida madre. De haber existido el concepto MILF en 1790, a la Susan de Beckinsale le habría caído a la perfección.
Un tanto obligada a irse de Londres tras descubrirse su affaire con un hombre casado, con la colaboración en el “armado del proyecto” de su amiga norteamericana Alicia Johnson (Chloë Sevigny), Susan viaja a la mansión de su cuñado para quedarse un tiempo allí. Ya célebre por sus flirteos románticos, la mujer consigue atraer la atención de Reginald, el hermano menor de la esposa de su cuñado, pero la relación no es del todo bien vista por allí. Es entonces cuando aparece en la mansión Frederica, su hija, que se ha fugado del colegio, y a su vez Sir James Martin, un millonario que quiere casarse con la chica, relación que Susan apoya pero la chica quiere evitar a toda costa por motivos que serán obvios con solo conocer al personaje.
Martin (encarnado por Tom Bennett) es un hombre simplón, casi tonto, que tal vez sea la creación más abiertamente cómica de la carrera de Stillman y de la literatura de Austen, al menos como está versionado por el director de METROPOLITAN. La aparición de Martin lleva a la película a un tono abiertamente más cómico –casi cercano a un potencial sketch de Monty Python– y ya no solo dependiente del ingenio de los diálogos y la picardía de las tramposas actitudes de Susan. El gran logro de Stillman aquí es poder incorporar ese humor más, si se quiere, directo, a la trama del filme sin que por eso la acción desbarranque hacia la parodia ni se pierda la credibilidad de la puesta.
De hecho, ya de entrada había quedado claro que Stillman estaba dispuesto a faltarle el respeto excesivo al tono qualité que suelen arrastrar este tipo de adaptaciones. Lo hace ya en los textos que aparecen impresos en la pantalla cuando presenta a los personajes, en las escenas con lecturas de cartas (en las que también juega con textos en pantalla) y en otras que conviene no revelar. Tras la aparición de los nuevos personajes, las manipulaciones de Susan se volverán más complejas, problemáticas e ingeniosas, pero jamás perderán ese tono liviano e inteligente que caracterizan no solo a las películas previas del realizador (como THE LAST DAYS OF DISCO o BARCELONA), sino a las grandes comedias clásicas de los años ’30 y ’40. Beckinsale bien podría ser un personaje de Katharine Hepburn o Carole Lombard en una comedia de esa época y Stillman un digno heredero de Lubitsch.
Lo que termina por convertir a LOVE & FRIENDSHIP (título sacado por Stillman de otra obra poco conocida de Austen y uno que le sirve para jugar con los ya conocidos títulos de las novelas más famosas de la autora, como SENSATEZ Y SENTIMIENTOS y ORGULLO Y PREJUICIO) en una gran película –sino una obra maestra– es el afecto que demuestra por cada una de las criaturas del filme. Tanto la “malvada” Susan como el bobalicón Martin –y más aún el resto de los personajes– son tratados con un cariño y una comprensión que desarman, transformando a la película en una compartida fiesta que, para completar el asunto, incluye hasta bailes y canciones.
El filme es una celebración de principio a fin, con un cierre que Stillman alteró de la novela original y que apunta aún más hacia ese lugar amable pero pícaro a la vez en el que los personajes de la película viven. En LOVE & FRIENDSHIP (AMOR Y AMISTAD, por si hace falta traducirlo), Stillman puede tener un guiño en el ojo a lo largo de casi todo el relato, pero jamás se pone por encima de las situaciones ni de los personajes creados por Austen más de doscientos años atrás. Es uno más, allí, en la Mansión Churchill, tan fascinado y entretenido con las desventuras y el ingenio de los personajes como lo estamos los espectadores.