Pierre Richard interpreta a un viudo jubilado de 75 años de edad que pasa sus días en casa sin contacto alguno con el exterior. Tras haber perdido a su mujer la realidad se ha vuelto amarga y no hay mucho sentido en una vida sin ella. Lleva dos años sin salir de su desordenado departamento, sin esperanza ni ilusiones, su higiene luce descuidada y no le interesa tomar una dieta. En un intento por animar al anciano, su hija Sylvie (Stéphane Bissot) pone a su disposición una notebook para que pueda conocer gente nueva. Además contrata a Alex (Yaniss Lespert), quien lo introduce en el mundo cibernético. Allí conoce a la usuaria Flora63, una atractiva mujer mucho más joven que él.
El conflicto se presenta cuando Flora63 accede a tener una primera cita y es el joven Alex quien figura en la imagen de perfil. La compatibilidad entre ambos surge porque ambos sufrieron la pérdida de una pareja en el pasado y tienen anhelos de dar vuelta la página. Esto no impide que Flora y Alex puedan comenzar una relación afectiva, él accede a conocerla, el viejo no puede presentarse en una cita, sería una decepción para Flora. Si Pierre no puede conseguir el amor, que al menos lo consiga otro, si el amor está vivo Pierre se sentirá realizado. Los enredos están a la orden del día y la cumbre es la escena donde se presentan sorpresivamente familiares de Pierre en el departamento y Flora se sienta en la mesa con ellos, mientras sospechan por lo bajo que es una mujer interesada en el dinero del viejo.
En tono “Cyrano de Bergerac” modernizado, Amor.com (Un profil pour deux, 2017) viene a plantear que en el amor lo esencial es invisible a los ojos. Pierre se sabe fuera de juego, su época de esplendor físico ya pasó y es tiempo de dejar el camino libre para los jóvenes. A pesar del mal rato que está pasando, aún mantiene cierta jovialidad en su persona (así sea a partir de un mundo virtual). En ese sentido, Amor.com (cuya correcta traducción del francés sería “Un perfil para dos”) sale airosa como un film de redención y huye a los tópicos de la comedia naif francesa.
El director opta por tomar caminos de comedia amable con un material que pudo presentarse más cínico y mordaz. Y aunque el último acto sea apresurado e inverosímil, uno sale del cine con buen sabor de boca, pues se trata de un film liviano que es, valga la redundancia, amable con el espectador.