Desde la República Checa nos llega esta comedia dramática, que intenta abordar los vínculos humanos más allá de la superficie y los continuos desencuentros y frustraciones que se producen en la vida amorosa. Para eso, el debutante director y guionista Jan Prusinovsky se vale de una historia que indaga las relaciones entre hombres y mujeres, apelando algunas veces al humor y la acidez con bastante espontaneidad pero en otras no puede evitar caer en unos cuantos lugares comunes y la obviedad.
El psiquiatra Frantisek Soukenický lleva una vida ordenada hasta que una ex amante decide vengarse, sepultando su carrera profesional y destruyendo su matrimonio, esto hace que nuestro defectuoso protagonista se quede sin trabajo y sin hogar, debiendo soportar ir a vivir con su particular madre, buscar empleos de otras labores alejadas de su profesión, y ser testigo de la nueva vida que inicia su esposa al lado de otro hombre.
El personaje principal es totalmente responsable de lo que le está sucediendo, su mujer ya se cansó de sus tantas aventuras, no puede poner límites a una madre demandante y controladora y queda sometido a ser empleado de un hermano mucho más limitado que él, como instructor en una escuela de manejo.
A partir de ahí presenciamos todos los intentos que hace Frantisek para recuperar lo perdido, sobre todo a su ex mujer, pero en vez de reparar su imagen en cada intento la deteriora aún más, no es un personaje que resulte querible para el público, por momentos suele irritar bastante (sobretodo estimo a la platea femenina), se lo muestra bien neurótico con numerosos defectos, pero a pesar que sólo parezca que quiera curar una herida narcisista y la haga padecer bastante a su esposa, el tipo realmente la ama.
La idea es buena, hay momentos interesantes, la escena en la cual el abogado les lee la declaración de divorcio, toma unos primeros planos de la pareja al escuchar el escrito, que adquiere una notable intensidad y expresa de maravillas el estado de ánimo de los involucrados. Otro aspecto atractivo del film, es como ahonda en el vínculo que tiene Frantisek con su madre, la cual aparece muy manipuladora pero con aspecto de señora agradable. La impotencia de nuestro protagonista para acotar ese vínculo, podría ser la génesis principal de su donjuanismo con la correspondiente imposibilidad de comprometerse seriamente con alguna otra mujer.
El resto de la película son algunos gags graciosos, agradable música de la Europa oriental como soundtrack, correctas actuaciones, pero unas cuantas situaciones previsibles, ya archiconocidas en este tipo de enredos amorosos, como la clásica escapada por la ventana y posterior salto, cuando aparece por sorpresa la pareja de la mujer en cuestión, obviamente dejando visible alguna prueba del delito. El guión por momentos hace agua y algunas historias quedan sin poder desarrollarse mejor, las cuales seguramente le darían mucha más riqueza al conjunto final de la obra.
No esperar en Amores de Diván un film que tenga al psicoanálisis como eje en su historia, tal como lo hace entrever el título, sí hay cuestiones del mismo, que se desprenden de la lectura que se haga de los conflictos principales; pero el séptimo arte ya nos ha dado muchas mejores muestras de cómo articular las vicisitudes psíquicas de la vida amorosa dentro de un metraje. Eso sí, no deja de ser una interesante propuesta para descubrir el cine que se hace en la tierra de Kafka, tan poco difundido en las carteleras locales, aunque en este caso, infiero pasará sin pena ni gloria.