De psiquiatras y pasiones
Presentada por su director Beda Docampo Feijóo hace dos años en Pantalla Pinamar, Amores locos (2010) es un relato que cruza la racionalidad más ortodoxa con la pasión inexplicable despertada a partir de una pintura. ¿Suena conocido? Si, Rebecca (1940), Vértigo (1958), Rosaura a las diez (1958), son algunos ejemplos de una historia abordada reiteradas veces.
Julia (Irene Visedo) es una joven que trabaja en el Museo del Prado convencida de aparecer en una pintura flamenca del museo junto a un hombre de espaldas en el cuadro. Un día se topa con Enrique (Eduard Fernández), de gran parecido al hombre de la pintura, al que Julia conquistará reproduciendo la pasión flamenca del cuadro. Enrique es psiquiatra y ve a Julia como una joven enferma y aprovecha sus investigaciones y la convierte en su paciente. Un romance comenzará entre ambos.
Amores locos es una película por demás correcta que comete el pecado de caer en los lugares comunes del género: a nivel temático la historia de amor prohibido irracional, con resoluciones dramáticas un tanto previsibles. A nivel cinematográfico el film abusa del convencional efectismo para reforzar los puntos fuertes del argumento.
La historia del cuadro que despierta pasiones inexplicables, con personajes dobles de la vida real, ya fue retratada como hemos dicho anteriormente. El film de Beda Docampo Feijóo cruza las teorías psicoanalíticas para explicar médicamente el proceso de enamoramiento. La pintura articula las fantasías de los protagonistas en tal estado de pasión.
Sin embargo, y más allá de la exploración psicoanalítica que pueda hacerse del fenómeno, la situación es retratada desde un clasicismo convencional que no aporta sino retrotrae a las formas cinematográficas del melodrama televisivo de décadas anteriores.