Película festivalera. Esa es una forma sencilla y concisa para describir Amour, y es muy entendible que el film haya arrasado en todos los festivales y premiaciones. Pero vale remarcar que incluso terminó ganando terreno en Hollywood consiguiendo nominaciones al Oscar.
No obstante eso no quiere decir de que sea una obra maestra porque muchos pueden encontrarla demasiado lenta y aburrida.
Su ritmo introspectivo, sus planos demasiado largos y los silencios no serán algo fácil de digerir por los espectadores argentinos que tal vez están acostumbrados a otro tipo de cine.
El director austríaco/alemán Michael Haneke logra someter a todo el que vea este film a una escalada de tristeza demasiado real. Ese es el punto fuerte de la película: su realismo a través de las magníficas interpretaciones de Jean-Louis Trintignant y Emmanuelle Riva.
La pareja de ancianos transmite las miserias de una enfermedad terminal y como esta no solo afecta en lo físico sino también en las emociones.
Haneke casi que no da respiro y logra deprimir y tocar a los que hayan experimentado algo similar con un ser querido porque los planteos existenciales, éticos y morales que esgrime la cinta se encuentran a la orden del día.
Pero en ese esfuerzo por lograr incomodar (algo muy bien logrado y remarcable) es cuando el dinamismo decae y el film se torna aburrido al compás de unos cuantos clichés ya vistos en películas con temáticas similares.
La habilidad del director es indiscutibles (tanto en este film como en sus últimos trabajos) pero la realidad es que hace un cine para un determinado tipo de público y aún así, el sector que se siente a gusto con estas propuestas tendrá un trabajo difícil para digerir y disfrutar la película y seguramente saldrán de la sala con un gusto amargo.