Sátira con Christian Bale, John David Washington y Margot Robbie
La nueva película del director y escritor David O. Russell, reúne a un descomunal elenco de estrellas para contar una historia tan ambiciosa como pretenciosa.
Sobresalen momentos de ingenio que recuerdan a la estética lúdica de realizadores como Wes Anderson y Michel Gondry, así como algunas actuaciones individuales, pero la suma de las partes no hace a un gran producto o siquiera uno coherente. El film es un desperdicio de creatividad y potencial.
Los protagonistas son Burt (Christian Bale), Harold (John David Washington) y Valerie (Margot Robbie), dos soldados y una enfermera que entablan amistad en Francia a fines de la Gran Guerra, disfrutan de un idilio en Amsterdam birlado de Jules y Jim (1962), se separan al regresar a América y vuelven a reencontrarse en 1933 implicados en un asesinato y la conspiración de poderes que lo rodea.
Ambientada en el punto medio entre dos guerras mundiales, Amsterdam (2022) es una comedia negra, sátira social, misterio de asesinato, thriller político y épica histórica. El malabarismo de géneros es parte del show pero no se lleva bien con ninguno. Como thriller es predecible, como sátira obvia y el misterio central depende de demasiadas coincidencias como para ser atrapante.
La película agota su energía desviando la atención hacia todos lados al mismo tiempo, incapaz de concentrarse en una sola idea mientras intenta conectarlas todas aceleradamente. Quiere ser un poco de todo: graciosa, seria, portentosa, casual. Percibe al mundo a través del realismo m histérico, exagerando hechos y analizándolos en tiempo mientras los despoja de emoción o interés. La narración en primera persona (de Bale) está cargada de aforismos sobre su propia importancia, rogando explícitamente por la simpatía de un público que no sabe tratar.
En esencia la película se divide entre dos extremos: uno juguetón, despreocupado por la cohesión y estructura de su historia, simbolizado por la obsesión que sienten sus héroes por el found art y la poesía dadaísta (“No tiene sentido pero nos hace sentir bien,” explica uno); otro preocupado con total seriedad por la posible e insidiosa alza del fascismo dentro de la democracia, pregonando correctamente sobre la condena que espera a quienes olvidan la historia.
En efecto, Amsterdam se inspira en el llamado “Business Plot”, una conspiración fallida de golpe de estado en EEUU en 1933 que fue desbaratada tan rápido que sus partidarios le restaron importancia o directamente negaron su existencia. En la representación y discusión de este hecho histórico la película traza varios paralelismos con el asalto al Capitolio de EEUU en 2021, el cual ha recibido un tratamiento similar por sus apologistas y parece estar teñido del mismo espíritu recalcitrante.
David O. Russell sabe cuál es el mensaje de su película pero no termina de elegir el tono o el género. Apuesta a mantener un déficit de atención con un ritmo acelerado y a obnubilar a su audiencia con un elenco envidiable de estrellas. En el peor de los casos es un placer verlas compartir escenas (¡como hacen en las películas!) en vez de turnarse frente a una pantalla verde.
El fallecido crítico Roger Ebert una vez describió otra película de Russell, Extrañas coincidencias (I Heart Huckabees, 2004), como “una máquina infernal que consume toda la energía que genera, guardando un poquito para apagarse sola”. No se ha perdido de nada.