El ego insaciable.
El realizador Alex Ross Perry se hizo conocido en el ámbito cinematográfico internacional gracias a sus dos últimas películas, Queen of Earth (2015), una suerte de drama psicológico con elementos de thriller, y la que hoy nos ocupa, Analizando a Philip (Listen Up Philip, 2014), una comedia muy negra sobre el mundillo tragicómico de la burguesía intelectual neoyorquina. Ambas obras comparten el tema principal de fondo, léase la depresión, y las estrategias formales empleadas para retratar los vínculos entre los personajes, en esencia una fotografía de textura arenosa, primeros planos constantes y mucha cámara en mano. Hasta allí llegan las semejanzas porque los films se ubican en veredas opuestas en lo que atañe a su aproximación: Queen of Earth se centra en una óptica femenina cercana a la histeria y Analizando a Philip hace lo propio para con una neurosis altisonante y masculina.
Asimismo, este juego de espejos invertidos se extiende hasta el abanico de referencias de las propuestas, debido a la precisión de Queen of Earth y el carácter mucho más vago de Analizando a Philip. Mientras que la primera es una reinterpretación directa de Repulsion (1965) de Roman Polanski, Persona (1966) de Ingmar Bergman y Let’s Scare Jessica to Death (1971), aquel clásico de culto de John D. Hancock; la segunda en cambio incluye detalles varios de la carrera de cineastas como John Cassavetes, Robert Altman, Woody Allen, Wes Anderson y Todd Solondz, sin llegar al nivel cualitativo de ninguno de ellos aunque sorprendiendo -para bien- con su osadía y desparpajo. El título puede ser un tanto engañoso porque Philip Lewis Friedman (Jason Schwartzman), un novelista en una espiral de autoindulgencia y aislamiento, es en efecto el eje central de la película pero no el único.
Pasada la mitad del metraje, la historia se explaya largo y tendido acerca de la colección de padecimientos de sus dos satélites primordiales, su novia/ ex novia Ashley Kane (Elisabeth Moss), una fotógrafa con una personalidad frágil y dependiente de los caprichos del protagonista, y Ike Zimmerman (Jonathan Pryce), un escritor veterano que funciona como “mentor” de Philip, en especial en lo que respecta a su disposición nihilista, soberbia e insaciable. El mayor mérito del guión, firmado por el propio Perry, pasa por trabajar con astucia la delgada línea entre la misantropía fundamentalista -y casi caricaturesca- y la imposibilidad concreta, enraizada en el acervo emocional de cada personaje, de conectarse con los demás seres humanos. De hecho, el verosímil que construye el director está muy bien logrado porque pone el acento sobre las secuelas a largo plazo del desapego afectivo.
Lamentablemente la propuesta no va más allá de los estereotipos del cine indie de décadas pasadas, cayendo en la paradoja de saber aprovechar a actores maravillosos y maleables como Schwartzman, Moss y Pryce, y al mismo tiempo no innovar demasiado en materia de diálogos, los cuales en esta ocasión parecen exacerbar la dimensión taciturna/ desilusionada de sus homólogos de los opus de -por ejemplo- Peter Bogdanovich o de cualquiera de los realizadores anteriormente nombrados. Incluso así, Analizando a Philip es un intento más que digno en pos de recuperar aquel cine de los márgenes que disparaba verdades en torno a la burguesía académica y artística. Dicho de otro modo, Perry se luce en eso de exponer la vulnerabilidad e idiotez detrás de las carcasas más imperturbables, redondeando un film correcto que se enriquece gracias a la intervención de un narrador omnisciente y conciso…