La monstruosidad de lo siniestro
Un film más que necesario y recomendable, que abre debates y lleva a evaluar los grados de responsabilidad individual y social frente a hechos que amenazan y atentan contra la dignidad humana. Todo bajo la atenta mirada de un niño.
Con la presentación de "Andrés no quiere dormir la siesta", opera prima en el campo del largometraje de Daniel Bustamante, el cine El Cairo volvió a reanudar sus funciones. Las dos exhibiciones con entrada libre y gratuita, confirmaron el carácter de "cine público" que se le otorgó desde su reapertura. La variada programación, organizada según ciclos y tal como se anuncia en el descriptivo programa de mano, confirma todo un proyecto cultural.
La función inaugural de las 20, con presencia de director, productora y actores, presentados por la ministra de Innovación y Cultura, Chiqui González, fue una auténtica bienvenida, a sala llena, con el público que permanecía de pie, que coronó el encuentro con aplausos y agradecimientos. A partir del día siguiente, el film que hoy merece nuestro comentario, se comenzó a exhibir en la sala del cine Monumental y en diferentes horarios se puede ver en la misma sala de El Cairo.
En este primer reencuentro, el film elegido permite seguir construyendo nuestra propia memoria histórica. Toda una mirada, que define todo un criterio, queda confirmada en esta presentación. Porque "Andrés no quiere dormir la siesta", expresión que nos lleva a ciertos comentarios que identifican toda una época, escuchada en ámbitos familiares, nos permite reconstruir páginas de un pasado que hoy mantienen juicios abiertos a quienes fueron responsables de atroces genocidios.
La acción se abre en 1977 en un barrio de la ciudad de Santa Fe, lugar del nacimiento del director quien en ese momento contaba con quince años, y el relato transcurre a lo largo de un año, cuyo cambio de estaciones quedan registradas en un símil de cuaderno escolar.
Y lo que vamos a seguir de cerca, nos lleva a reconocer la mirada de un niño, Andrés, quien desde sus nueve años, nos hará llegar su mundo de interrogantes, el peso de la ausencia de su madre fallecida en circunstancias trágicas que confirman lo intencional del hecho y en especial las contradicciones que se le comienzan a plantear desde el severo seno familiar.
Las marcas temporales del film, en relación con el mundo cotidiano, permiten reconocer aquellos momentos que poblaron el mundo escolar de la infancia, de los juegos, de aquellos libros que ya venían apuntando a un tono moralizante y aleccionador. El espacio en el que se comenzará a mover Andrés a partir de la muerte de su madre será el que comanda su abuela Olga. Doña Olga para los vecinos, en el cual no caben las respuestas, ni el preguntarse sobre qué puede ocurrir allí, del otro lado, en la vereda de enfrente.
Todo un renglón de silencios, de miradas esquivas, comienza a trazarse en la vida de Andrés, sometido a la violencia de su padre, a reacciones intempestivas, y a la frágil comunicación que mantiene con su hermano mayor, Armando. Andrés, tiene nueve años y en él comienzan a plantearse ciertos lugares de pasaje que encuentra obturados, que lo empujarán desde una actitud rebelde y melancólica, a sentir el dolor de una pérdida traumática de su inocencia.
El film de Daniel Bustamante nos interroga sobre ciertas conductas de personas que aún hoy siguen sosteniendo aquellas frases hechas, que intentan barrer con la conciencia reflexiva, tales como "no te metas" o bien aquella que pretendía una diferenciación, expresada cínicamente, "algo habrá hecho". (Invitamos a los lectores a leer el reportaje que el periodista Edgardo Pérez Castillo, de este mismo medio, le realizara a su director Daniel Bustamante el pasado día miércoles).
"Andrés no quiere dormir la siesta", ubica a un centro de detención y tortura en una zona precisa de un barrio (podemos recordar "Garage Olimpo" de Marco Becchis), frente a ciertos hechos que presentan marcas de sangre y acusaron gritos. Vemos cómo algunos vecinos se esfuerzan en borrar todo tipo de huellas, tratando de silenciar cualquier posible pregunta. Es este medio, en el que Andrés trabará un siniestro vínculo con un enigmático joven que custodia el espacio clandestino, secundado por un aparato policial de la misma ciudad, en donde Andrés deberá crecer forzadamente y adoptar conductas que por lo general el cine, solo ocasionalmente, se ha atrevido a mostrar. El film desconcierta a numerosos espectadores, lleva a miradas de asombro y shock, nos enfrenta a toda una manera cotidiana que se reconocerá en la monstruosidad de lo siniestro.
Desde la mirada profunda de Andrés, por momentos indefinida, el universo que se va abriendo frente a nosotros se va cerrando para él desde las conductas de quienes lo rodean. Toda una serie de afirmaciones y preceptos irán marcando el punto final de una infancia, reglada por el silencio, la desconfianza, el orden impuesto por aquellos adultos que no querían saber.
Film más que necesario y recomendable, "Andrés no quiere dormir la siesta" abre debates y nos lleva a seguir evaluando los grados de la responsabilidad individual y social frente a los hechos que amenazan y atentan contra la dignidad humana. Con un elenco actoral fuertemente coherente, que incluye la actuación del debutante Conrado Valenzuela y la trayectoria de Norma Aleandro, entre otros, el film de Daniel Bustamante se ubica en ese espacio en el que el cine invita al diálogo con su público sobre una temática que algunos se esfuerzan en olvidar.