Que interesante es comenzar una critica con el termino Opera prima, pues nos esta diciendo que otra cara ingresa al mundo del cine, cosa a lo que nos hemos habituado pero que no siempre fue así, eso si no podemos olvidar que muchos quedaron en el camino antes de completar su segundo largometraje. Esperemos que este no sea el caso pues Daniel Bustamante nos plantea en su opera prima un tema visto en bastantes realizaciones, no todas con buenos resultados, es más, algunas con resultados desastrosos. Sin embargo esta vez la historia no es sobre desaparecidos durante la ultima dictadura (otra vez con los desaparecidos como dice un amigo mío), sino sobre una familia disfuncional, como se acostumbra a decir actualmente, y aun más, ubicada en el interior del país, con asiento en un barrio de Santa Fe, y en un periodo preciso 1977/1978 como telón de fondo, período conocido como “los años de plomo”, y por si todo esto fuera poco, la historia es vista a través de la mirada del niño, Andrés, quien da el titulo a la realización.
La historia es simple. Un niño que pierde a su madre, atropellada por un automóvil, (estaba separada), y los niños, pues Andrés (Conrado Valenzuela) tiene un hermano Armando (Lautaro Puccia Sagardoy), deben ir a vivir con su abuela Olga (Norma Aleandro) y Raúl (Fabio Aste), el padre, quien vive separado del nuevo núcleo familiar. Consecuencia de esta circunstancia se inician los cambios en sus vidas y su entorno. Andrés, como todo niño, quiere jugar y pasar el tiempo, pero en la vecindad se encuentra un centro de detención clandestino, cosa que cambiara su vida y darse cuenta de que los adultos encargados de su formación actúan de manera diferente e incomprensibles frente las circunstancias que les toca vivir.
Lo más interesante es esta situación, que podemos observar como una alegoría política -sin ser una obra política- del país en que vivimos, dividido con ciudadanos comunes que convivieron con la desaparición forzada de personas, Así llegamos al “no te metas”(si no me meto en nada, no me pasa nada) y al “algo habrán hecho”, y preferimos pensar que “los argentinos somos derechos y humanos” Todo desde la mirada de un pequeño, pero la retrospectiva de nuestro pasado cercano hace que el espectador (que vivió esa época) la interprete y aplique su subjetividad de acuerdo a sus vivencias y/o conocimientos de los hechos. Lograr sólo eso ya es importante.
Incluso aquellos que tenían la edad de Andrés en el momento evocado, y que hoy son adultos, han recibido la herencia de lo que paso con nuestra sociedad, el modelo de ciudadano en el cual lo único importante es él (individualismo), con la perdida de la solidaridad y que no logra ni trata de entender lo que se conoce como “bien común”.
Cabe ponderar el buen rendimiento logrado por el realizador de un plantel interpretativo integrado con actores de diferentes parámetros, unos consagrados como Norma Aleandro y Juan Manuel Tenuta, ambos de amplia carrera en el cine y teatro, y debutantes en la cinematografía como Fabio Aste, Celina Font, asumiendo el personaje protagónico el niño Conrado Valenzuela, secundados por un conjunto de actores santafesinos, la mayoría desconocidos para nosotros.
Resumiendo, “Andrés no quiere dormir la siesta” podrá gustarnos o no, pero no pasa desapercibida porque es una de las pocas realizaciones -si no la única- que nos plantea y analiza, a través de una historia familiar, mediante una visión lo que paso con una sociedad que permitió que se instalara un terrorismo de estado, proponiendo hacer la autocrítica, que nos define como individuo y ciudadano.
Mis profesores de historia me enseñaron que la historia es una ciencia (termino que podemos discutir) que nos enseña el pasado para comprender el presente y tratar de mejorar el futuro. Estimo que la realización de Daniel Bustamante nos permite tratar de lograrlo, Por esa sola razón ya merecer verse como respuesta a la invitación de reflexionar sobre una época y sus consecuencias individuales y colectivas, lo que implica un triunfo que logra la obra.