L'enfant terrible
Mucho se ha hecho en el cine argentino tomando como eje el tema de los desaparecidos y la última dictadura militar, pero muy pocas veces se salió del lugar común para realizar una película de género, que de manera permanente va sorprendiendo al espectador ante los cambios a los que se somete la trama. Lo que comienza siendo un simple drama familiar se convertirá en un thriller político para luego devenir en un film con toques hitchcockianos.
Andrés vive con su madre (Celina Font) y su hermano mayor en Santa Fe. Ella está separada de su marido (Fabio Aste) y la relación con su ex se torna cada vez más tirante. A raíz de un accidente ella muere de manera repentina y tanto Andrés como su hermano Armando tendrán que irse a vivir con su padre y la madre de él (Norma Aleandro). La relación entre padre e hijos es rígida, aunque de manera inconsciente la “guerra” de poder se desatará entre Andrés y su abuela Olga, una guerra que desembocará en la tragedia. Por otro lado, lindante a la casa familiar funciona un centro de detención clandestino, un “secreto” que todos conocen y prefieren callar.
La ópera prima de Daniel Bustamante (Historias breves IV, 2004) nos presenta un cruce de géneros que lo vuelven netamente interesante desde la propuesta narrativa. Lo que comenzará como un simple dramón logra tomar fuerza y consistencia cuando el realizador decide cambiar, sin previo aviso y de manera reiterada de género. Es así como logra mantener la atención del espectador y sorprenderlo ante los cambios estilísticos. Si bien el film puede denotar previsibilidad por la linealidad con la que es tratada la historia, ésta se pierde para dar lugar a la sorpresa en el modo de actuar del personaje de Andrés.
En Andrés no quiere dormir la siesta (2009) hay dos conflictos claros: La relación Andrés - Olga y la relación Andrés - Dictadura. Ambos conflictos se unificarán en un punto para provocar el trágico desenlace, si bien ambos están presentes de manera implícita más que explicita, a través de claras señales que se manifiestan en el film, serán los que justificarán la reacción final de Andrés. Cuando el protagonista ve lo que no tiene que ver o escucha lo que no tiene que oír, todos hacen como si no hubiera sucedido nada. Todos niegan la verdad. Todos prefieren callar. Un pequeño ejemplo de ésto es cuando Andrés ve por su ventana una redada militar y al otro día le hacen creer que sólo lo soñó.
Conrado Valenzuela interpreta a un Andrés que de manera cíclica va cambiando su personaje hasta terminar mostrándonos a una especie de Satanás infantil capaz realizar las peores patrañas del mundo, pero con la inocencia de un niño. Andrés logra hacer justificable lo injustificable, haciendo que el espectador vuelque una postura a favor del victimario y no de la víctima, como debería ser lo correcto.
Si bien Andrés no quiere dormir la siesta no es film perfecto –por momentos cae en lugares comunes y con personajes que de manera innecesaria tratan de explicar sus acciones- es un film valioso por la forma de resolver un conflicto que parecía agotado en el cine argentino y que gracias a una vuelta de tuerca, resuelta por el buen manejo en el tratamiento narrativo y de los géneros cinematográficos, nos trae una historia contada de manera diferente que sorprende desde todos los sentidos.