Sincero mensaje de amor
Angelita vive en una tranquila localidad del Gran Buenos Aires. Es una amable enfermera de más de 50 años, hace guardia en un hospital público dos noches a la semana y durante el día camina de un lado a otro visitando a sus pacientes particulares, casi todos mayores, con quienes mantiene una cordial amistad. Tiene un hijo adolescente, Iván, al que no logra comprender: mientras ella trabaja denodadamente, el muchacho se queda en la cama jugando con la computadora o sale con sus amigos del barrio. De todas formas, Angelita es feliz en su pequeño mundo.
Helena Tritek conformó así una historia sencilla, a veces poética, con personajes que hablan con emoción de sus pesares y de sus felicidades, con diálogos simples y de enorme ternura.
Rodado casi totalmente en exteriores, el film transita por la vida humilde de su protagonista, repartida entre dos polos: el de los ancianos con su vida ya vivida y el de los adolescentes que se empeñan en desperdiciarla. Ana María Picchio supo dar el exacto matiz a su cálido personaje y el resto del elenco la acompaña con gran convicción. La trama nunca cae en el melodrama ni se deja seducir por las contrariedades de esa Angelita que, siempre sonriente y siempre de prisa, recorre los hogares humildes con su palabra optimista y su necesidad de ser útil para quienes la consideran ya como alguien más de la familia.
Apoyada por muy buenos rubros técnicos, la historia no sólo habla de las tareas de la incansable Angelita, sino que supo otorgarle el necesario sabor de calidez que la convierte en un sincero mensaje de amor y de comprensión.