Había muchas razones para que Hollywood posara sus ojos en Angry Birds. Miles de millones de razones, para ser algo menos imprecisos. Esa es la cantidad de usuarios que descargaron alguna de las decenas de versiones de este juego para dispositivos móviles creado en 2009 por la empresa finlandesa Rovio Entertainment.
Luego de una primera película que apostaba por el desborde, el exceso y el frenetismo, esta secuela pone el freno de mano para convertirse en un (otro) típico producto para toda la familia: tan correcto como efímero, tan carente de riesgo como eficaz en su propuesta recreativa.
Las peleas entre los pájaros y los cerditos verdes, punto central del videojuego y de la primera entrega, quedaron atrás. Ahora ambas comunidades conviven en paz en sus respectivas islas. Desde aquellos enfrentamientos, el cardenal Red (voz de Jason Sudeikis en el original) adquirió reputación y prestigio entre sus pares, por lo que ni bien empiecen a surgir nuevas amenazas deberá ponerse a cargo de la defensa. Eso sí, ahora con los cerdos como aliados.
La película de Thurop Van Orman y John Rice se aleja del tono festivo y veloz de su predecesora para narrar una para nada original fábula sobre la unión y la amistad. Se trata de un producto del cine de animación moderno hecho al uso, con varios chistes (casi todos inocentes) logrados y otros que no, personajes visualmente expresivos, un conflicto básico y el inevitable llamado a la vida comunitaria y en armonía. Una película vista varias veces antes que funciona en piloto automático.