En diciembre se cumple una década del lanzamiento del videojuego finlandés para iPhones Angry Birds, que en 2012 alcanzó un pico 200 millones de usuarios, el año pasado aún figuraba en el séptimo puesto entre las diez aplicaciones de juegos más descargadas en la historia de Apple y todavía mantiene el récord de permanencia -275 días- como la app paga más descargada de Apple.
Semejante éxito dio lugar a todo tipo de productos derivados: merchandising, juegos de mesa, dibujitos animados, versiones especiales y una secuela del videojuego y, por supuesto, una película. Que se estrenó en 2016 y en general fue maltratada por la crítica, pero repitió el éxito del jueguito -recaudó 352 millones de dólares y había costado 73 millones- y entonces ahora tiene su segunda parte.
Todo empieza en el mismo lugar donde transcurría la primera. Los pájaros que no pueden volar están felices en su isla, con Red como su gran héroe por haber encabezado la resistencia a los cerdos verdes. Pero Leonard y sus secuaces siguen haciendo de las suyas no muy lejos de ahí, en su propia isla. La guerra continúa, hasta que el bando porcino pide una tregua: desde una tercera isla, alguien amenaza con bombas de hielo tanto a la Isla de los Pájaros como a la Isla de los Cerdos. Así que chanchos y plumíferos deberán aliarse para vencer al enemigo en común.
Este argumento simplón va acompañado por una subtrama aún más básica: tres de los pájaros bebé pierden a los futuros hermanitos de uno de ellos (tres huevos) y se pasan toda la película tratando de recuperarlos. Los chistes de esta aventura destinada a niños sub-10 también son, en su mayoría, muy pavos. Pero eso no quita que muchos gags sean eficaces y que la película -que también incluye el mensaje feminista, al parecer obligatorio para la época- cumpla con su misión de entretener.
Una nota al pie es que la única versión que llega a los cines argentinos es la doblada (Darío Barassi hace la voz de Garry, el cerdito experto en tecnología). Algo tal vez lógico -hay que tener en cuenta que apunta a un público aún no escolarizado-, pero insoportable: se trata de un doblaje plagado de mexicanismos, algunos de ellos incomprensibles.