Angry Birds 2: pájaros cabreros
Afirmar que Angry Birds 2: La película es el segundo largometraje basado en los personajes del videojuego homónimo implica al menos una inexactitud. Es que en realidad el desarrollo de personajes casi no existía en aquel juego que se hizo popular en su versión para smartphones. Se trata apenas de una serie de pájaros cuyo diseño tiende a la esfera, que el jugador debe arrojar como proyectiles utilizando para ello distintos tipos de catapultas y gomeras gigantes con el objetivo de derribar una serie de construcciones y apilamientos, y de paso recuperar unos huevos que han sido robados por una comunidad de jocosos cerditos verdes. La personalidad de estas aves temperamentales es entonces un producto de su migración al hemisferio del cine, un pasaje que parece tener exclusivos fines reproductivos, no tanto de ellas mismas sino más bien de los dólares que de su explotación se obtienen.
Por supuesto que ese origen mercantil no invalida la posibilidad de un desarrollo cinematográfico noble, aunque en su mayoría los casos similares acaban mostrando la hilacha. Existen ejemplos de franquicias que llegadas a la pantalla desde el territorio del marketing consiguieron revalidar su éxito a partir de una virtuosa utilización de los recursos narrativos del cine. Entre ellos se destacan las películas basadas en el juego de piezas de encastre LEGO e incluso se puede incluir en este rubro a las adaptaciones inspiradas en la historieta, que si bien hoy constituyen el principal motor de la industria, hasta hace menos de 20 años eran un terreno (casi) extranjero para el cine.
Incluso el primer film de estos pájaros cabreros puede servir de prueba. En ocasión de su estreno hace tres años, el colega Ezequiel Boetti escribió en este mismo espacio que lejos de contentarse con la mera explotación de la marca, la película manejaba con tino las herramientas de la comedia física y aprovechaba los buenos oficios de un elenco integrado por grandes figuras de la Nueva Comedia Americana, como Jason Sudeikis, Maya Rudolph, Bill Hader o Danny McBride. El primero de esos méritos vuelve a ser el principal recurso de esta secuela, en tanto que el segundo constituye un misterio irresoluble, ya que la versión subtitulada no llegó al país ni siquiera para las proyecciones de prensa. Una costumbre espantosa, cada vez más extendida.
Más allá de eso,Angry Birds 2 es apenas un producto más que la línea de montaje de Hollywood escupe al circuito comercial, no tanto para hacerle honor al relato cinematográfico sino para ocupar espacios y recaudar. Un artículo que tiene todos los tornillos en su lugar y que ha sido ensamblado siguiendo rigurosamente el manual de instrucciones, pero que carece del valor agregado de la creatividad o la sorpresa. Porque más allá de algunos gags divertidos o situaciones resueltas con gracia, en el resto de la película todo está colocado mecánicamente en su lugar. Demasiado en su lugar.