COMEDIA DE ALTO VUELO
Si la primera película de Angry birds lograba encontrar un concepto en un videjuego básico y sin desarrollo de historia, en esta segunda parte el hallazgo pasa por el desarrollo efectivo de la comedia episódica sobre una trama que no hace más que ofrecer apenas el territorio para explotar personajes que han sido efectivos en el pasado. Sin embargo, allí donde secuelas de éxitos como La vida secreta de tus mascotas o Mi villano favorito fracasan de manera rotunda y se quedan sin ideas velozmente, los pájaros y cerdos de Sony parecen gozar de una gracia incontenible. Tal vez el acierto de los directores Thurop Van Orman y John Rice sea el de no ceñir a los personajes a determinada lógica y permitirse explorar las múltiples posibilidades que ofrece la animación.
La amenaza que surge desde una tercera isla obliga a pájaros y cerdos -otrora grandes enemigos- a unirse y defenderse contra ese misterioso ataque exterior. Con esta idea simple (poco esforzada, si se quiere), los personajes se lanzan a la aventura. Si Angry birds 2 arranca un poco perezosa con chistes de lo más convencionales, a medida que vaya acumulando personajes y situaciones el humor se irá afinando y sofisticando, con una utilización magnífica de una banda de sonido repleta de grandes clásicos de los 80’s y 90’s. La estructura del relato no difiere de la que el cine animado mainstream viene explorando hace un tiempo, con una multiplicidad de tramas que en algún punto convergen. Eso es funcional a una idea básica del dibujo animado que remeda a los grandes clásicos y específicamente al cartoon, a las historias cortas atravesadas por el slapstick. Lo que hacen magníficamente Thurop Van Orman y John Rice es nunca poner a la trama por encima de los personajes, sino que mueven a sus criaturas de una manera anárquica que genera un efecto de imprevisibilidad en el relato: si la idea es ir de A hasta B, lo sorprendente será el camino, muy especialmente en una película que se construye sobre la base de la aventura, con personajes que planifican escapadas y salvadas de último momento. Esa velocidad, esa voracidad narrativa (que en la primera alcanzaba mayores niveles de locura) le permite a la película aligerarse de toda carga dramática. La primera lograba esto, ser furiosa y graciosa, pero además tenía un conflicto que se convertía en una amable defensa del diferente. Angry birds 2 intenta decir algunas cosas, pero es lo de menos: lo que sobresale es el humor, la comedia que se vale de la lógica de personajes que responden puramente a la anarquía.
Seguramente Angry birds 2 sea, también, una película que se vea y se olvide con la misma velocidad con que atraviesa sus 96 minutos. Es probable, pero también coherente con una forma de entender el entretenimiento popular. No hay una apuesta por la posteridad ni una pretensión desmedida, tampoco una exhibición de pericia técnica. Angry brids 2 es comedia, muy buena e inteligente por momentos (la secuencia del baño es tal vez lo más gracioso que se ha visto en este 2019), pero comedia pura.