Aníbal. Justo una muerte

Crítica de Mex Faliero - Fancinema

LA BELLEZA DE LO SIMPLE

Hay belleza en lo simple; claro que sí. El documental Aníbal, justo una muerte, dirigido por Meko Pura, hace hincapié precisamente en eso: en la simpleza de las formas para abordar una vida simple, la de Aníbal Disanti, un ex boxeador que vivió épocas de gloria al pelear contra un ídolo como José María Gatica, pero también el ostracismo al retirarse luego de una pelea en la que su contrincante terminó muriendo. Entre el anecdotario de un Disanti anciano, su magnetismo como personaje central y la exploración de un tiempo donde el boxeo era algo más artesanal, este documental de apenas 60 minutos logra capturar la esencia de sus materiales, y sin caer en sordideces se hace cargo del costado trágico que envuelve a su protagonista.

Disanti, como muchos, llegó a la Capital proveniente del “interior”, en su caso un pueblo de la provincia de Buenos Aires. Trabajó en un restaurante mientras dedicaba su tiempo libre a la práctica del boxeo, hasta que le llegó la oportunidad del profesionalismo y de pelear en el mítico Luna Park: su pelea más célebre, la citada contra Gatica. “Yo era un peleador, daba espectáculo”, cuenta Disanti como quien muestra una cédula de identidad. Esa especificación, esa autodefinición da cuenta de una forma de ser, arriba y abajo del ring. También de un tiempo que ya no existe. Su forma de abordar el boxeo da cuenta de un tiempo donde el deporte era otra cosa; también su obsesión con la honradez, algo que le había marcado a fuego su madre. La infancia de Disanti fue dolorosa, pero también es cierto que había posibilidades de salir adelante por medio un oficio, un aprendizaje, una actividad. Ese tiempo es el que se expresa en el documental, sin mayores remarcaciones.

Aunque claro, la muerte de Mario Storti sentenció su carrera como boxeador: en una pelea con Disanti, sufrió una contusión cerebral de la que no se pudo recuperar. A partir de allí, Aníbal ya no quiso saber nada con la disciplina, ni siquiera con entrenar a otros boxeadores. Y comenzó otra vida, lejos del ring, cerca del barrio y la familia. De manera atractiva, Meko Pura conecta esa anécdota luctuosa con los últimos minutos de su documental, con aquellos tramos donde aparece un Disanti mucho más anciano. No falta la emoción al ver ese rostro compungido y atravesado por una tragedia, aunque siempre con una anécdota bajo la lengua: la más divertida -y metalingüística- es la que tiene al propio Disanti protestando en el cine porque Gatica, el Mono de Leonardo Favio falsea algún dato histórico. Aníbal, justo una muerte encuentra el personaje y las formas, y sin caer en virtuosismos -más allá de ciertas dramatizaciones un poco innecesarias- avanza sobre un amplio muestrario de sentimientos. Una película simple y bella como la vida del propio Disanti.