Un documental sobre un personaje especial y querible, de descubrimiento y emoción. Un boxeador y su historia tan emotiva como singular. Se trata de Aníbal Disanti, y su odisea de pobreza, necesidad y sueños. La azarosa llegada a Buenos Aires, el trabajo agotador y el permiso para entrenar en la Federación Argentina de Box hasta que llega a ser boxeador profesional, fondista del Luna Park, el templo. Tiempos de Gatica, de Perón y Evita, del enfrentamiento con el ídolo. Y un destino trágico que lo enfrenta a la muerte de un rival por culpa y desidia de un jurado, que no actuó dejándole el terreno a la muerte. Con el protagonista contando su historia, recreando situaciones, su hijo, sus amigos, Edgardo Nieva convocado por su papel en la película de Leonardo Favio. Factura tradicional pero con un personaje tan rico que da gusto conocer sus recuerdos, filosofía y circunstancias.
Anibal, justo una muerte es un documental que cuenta la vida de Anibal Disanti, un hombre que siendo joven llegó a la Capital desde Colón, provincia de Buenos Aires. Allá lejos en el tiempo, cuando era un recién llegado, se dedicó al museo e hizo una carrera marcada por varios eventos, en particular dos: pelear contra José María Gatica y el otro que un rival suyo terminara falleciendo después de la pelea. Disanti, ya anciano, cuenta en diferentes momentos ese pasado en el boxeo y todo lo que hizo para vivir el resto de su vida, siempre poniendo énfasis en la honestidad y el mantener la frente en alto. La película mantiene en general su tono directo y sencillo, filmando bien de cerca a su protagonista, al que en cada plano y escena se le notan mucho los años que han pasado pero también la coherencia en ese largo camino. La película sirve para conocerlo a él, a su hijo, y también explorar un poco el mundo del boxeo de aquellos años. Es todo un género del documental en Argentina esta clase de películas pequeñas, no pretenciosas, que finalmente terminan siendo más tiernas y profundas que las otras. Lo que importa en un documental es si algo de lo que vimos nos interesó, si nos gustó conocer la historia y los personajes que aparecen. Y en este caso, las respuestas son todas positivas.
Una premisa interesante, un personaje de esos que todos los directores sueñan para construir un relato, la nostalgia de un tiempo que ya no es y un destino marcado a fuego por la profesión, disparadores que la película maneja pero que una austera realización, algunos problemas de edición y la pérdida de norte la debilitan.
La historia de Aníbal Disanti es la de un hombre común. Sin embargo, esa biografía en apariencia gris y rutinaria tiene dos bisagras relacionadas con un deporte de alto riesgo y muy popular en la Argentina, el boxeo. En su corta carrera deportiva, este personaje simple, afable y recordado con cariño por los que lo conocieron ganándose la vida como cafetero en Plaza Francia, por caso, enfrentó en un ring al famoso José María "el Mono" Gatica y también a un boxeador ignoto y muy joven llamado Mario Storti, en un salvaje combate que lamentablemente terminó en tragedia. Una narración coral y bien hilvanada repasa las vivencias del Tano Disanti y consigue impregnarlas de drama, fatalidad, dolor y ternura. Un documental eficaz y emotivo.
Morir un poco para nacer mejor Aníbal. Justo una muerte (2017) trae del olvido la figura de Aníbal Disanti, un humilde ex boxeador devenido en buscavidas, desconocido para la gran mayoría, que peleó entre otros con Gatica, pero cuya carrera quedó trunca luego de una pelea en la que muere su contrincante, Mario Storti. La historia de Anibal Disanti tiene todos los ingredientes para una película. Apenas un adolescente, y como sucedió con Eva Duarte o tantos otros, llega en tren a Buenos Aires en busca de un futuro mejor. Trabaja de lavacopas mientras entrena boxeo hasta que la suerte golpea su puerta y debe enfrentarse con “El mono” Gatica. Pierde, pero su carrera avizora un futuro prometedor. Es entonces cuando el destino le juega una mala pasada. Luego de una terrible pelea con Storti, este muere de una contusión cerebral y todo se desmorona. A partir de ese hecho traumático Disanti deja el box y su vida toma otros rumbos en una reinvención constante. Meko-Pura trabaja la historia a partir del clásico formato documental donde el protagonista relata cómo fueron ocurriendo los hechos y de cómo su vida dio un giro de 360 grados desde ese momento trágico. La muerte (real y metafórica) es el elemento sobre el que bucea un relato que busca rescatar la figura de un personaje olvidado en la historia pugilística nacional. Un hombre único cuyas características nada tienen que ver con el compartamiento que identifica a los boxeadores de antaño. Recurriendo a material de archivo, reconstrucciones ficcionales y testimonios de aquellos que de alguna u otra manera tienen o tuvieron relación con el protagonista, Aníbal. Justo una muerte es una historia de vida y superación personal que comienza a partir de una muerte pero que no termina con ella. “Nací cuando murió un boxeador”, dice Disanti ni bien inicia el relato. Una frase cargada de simbolismos y significantes.
LA BELLEZA DE LO SIMPLE Hay belleza en lo simple; claro que sí. El documental Aníbal, justo una muerte, dirigido por Meko Pura, hace hincapié precisamente en eso: en la simpleza de las formas para abordar una vida simple, la de Aníbal Disanti, un ex boxeador que vivió épocas de gloria al pelear contra un ídolo como José María Gatica, pero también el ostracismo al retirarse luego de una pelea en la que su contrincante terminó muriendo. Entre el anecdotario de un Disanti anciano, su magnetismo como personaje central y la exploración de un tiempo donde el boxeo era algo más artesanal, este documental de apenas 60 minutos logra capturar la esencia de sus materiales, y sin caer en sordideces se hace cargo del costado trágico que envuelve a su protagonista. Disanti, como muchos, llegó a la Capital proveniente del “interior”, en su caso un pueblo de la provincia de Buenos Aires. Trabajó en un restaurante mientras dedicaba su tiempo libre a la práctica del boxeo, hasta que le llegó la oportunidad del profesionalismo y de pelear en el mítico Luna Park: su pelea más célebre, la citada contra Gatica. “Yo era un peleador, daba espectáculo”, cuenta Disanti como quien muestra una cédula de identidad. Esa especificación, esa autodefinición da cuenta de una forma de ser, arriba y abajo del ring. También de un tiempo que ya no existe. Su forma de abordar el boxeo da cuenta de un tiempo donde el deporte era otra cosa; también su obsesión con la honradez, algo que le había marcado a fuego su madre. La infancia de Disanti fue dolorosa, pero también es cierto que había posibilidades de salir adelante por medio un oficio, un aprendizaje, una actividad. Ese tiempo es el que se expresa en el documental, sin mayores remarcaciones. Aunque claro, la muerte de Mario Storti sentenció su carrera como boxeador: en una pelea con Disanti, sufrió una contusión cerebral de la que no se pudo recuperar. A partir de allí, Aníbal ya no quiso saber nada con la disciplina, ni siquiera con entrenar a otros boxeadores. Y comenzó otra vida, lejos del ring, cerca del barrio y la familia. De manera atractiva, Meko Pura conecta esa anécdota luctuosa con los últimos minutos de su documental, con aquellos tramos donde aparece un Disanti mucho más anciano. No falta la emoción al ver ese rostro compungido y atravesado por una tragedia, aunque siempre con una anécdota bajo la lengua: la más divertida -y metalingüística- es la que tiene al propio Disanti protestando en el cine porque Gatica, el Mono de Leonardo Favio falsea algún dato histórico. Aníbal, justo una muerte encuentra el personaje y las formas, y sin caer en virtuosismos -más allá de ciertas dramatizaciones un poco innecesarias- avanza sobre un amplio muestrario de sentimientos. Una película simple y bella como la vida del propio Disanti.
Aníbal según él mismo, bajo la mirada amorosa de su hijo Julio, según artesanos de la Feria de Plaza Francia, según un colectivero de la Línea 17, según algunos recortes periodísticos, según una secuencia de Gatica, El Mono, según el encuentro que el rival ocasional del legendario José María mantuvo con el actor protagónico de la película de Leonardo Favio, Edgardo Nieva. Es consistente la semblanza que Meko-Pura filmó de este boxeador argentino que supo pelear en la liga profesional, incluso enfrentar al campeón también apodado El Tigre, y que hace décadas convive con el fantasma de un contrincante abatido en el marco de una contienda mal llevada. Las explicaciones del Dr. Jorge De Marisco de la Federación Argentina de Box le agregan un marco teórico interesante a este retrato que rescata del reduccionismo periodístico al púgil apellidado Di Santi o Di Santis según la ocasión, y del yugo espectacular que Hollywood le impuso al box. A contramano de lo que parece adelantar su título, este largo ofrece mucho más que el recuerdo del duelo trágico con el italiano Mario Storti. Mientras desarticula algunos de los prejuicios que pesan sobre el boxeo y los boxeadores, Aníbal, justo una muerte reivindica la nobleza y lucidez de un luchador todo terreno. Por otra parte resucita a la Buenos Aires de mediados del siglo XX cuando conjuga con tino los versos que recita el propio Aníbal con una discografía acorde y con un fresco de Benito Quinquela Martín. Algunos espectadores nos permitimos cuestionar la pertinencia de los segmentos de ficción estipulados por el guión que Meko-Pura escribió con Ariel Contini. Los mismos sujetos lamentamos algunas deficiencias en la calidad de sonido –sobre todo en las entrevistas al aire libre– así como el error ¿tipo u ortográfico? que creemos encontrar en el apellido Disanti. Sin dudas, pesan más las decisiones narrativas acertadas, por ejemplo la filmación de la pelea entre perros callejeros en contraste con los duelos arbitrados en un ring, o el seguimiento del personaje durante años. También resulta original –y enternecedor– el encuentro del protagonista con el actor que encarnó a Gatica bajo las órdenes de Favio. Aníbal, justo una muerte resulta un homenaje conmovedor a un hombre, a un tipo de argentino, a nuestra Buenos Aires, a un deporte con mala fama. Ojalá el primer documental de Meko-Pura dé con otra (merecida) oportunidad de exhibición cuando el viernes próximo abandone el cine Gaumont.
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