Pequeña joyita del cine argentino: imaginación, nostalgia, poesía
Es tan inmensa Buenos Aires, tan llena de rincones, veredas, zaguanes y barrios que por si sola conforma un catalogo de historias, anécdotas y arrugas del tiempo. Sus calles y su gente. La del 510 y la del 2000 también.
Escuchar una conversación en una esquina es, al pasar por allí, una caricatura oral de la idiosincrasia de los habitantes de esta ciudad, sobre estos parámetros se apoya una suerte de consigna implícita para la lista de los grandes artistas detrás de esta pequeña joyita del cine argentino: “Ánima Buenos Aires”. Dotada de poesía de arrabal; imaginación y nostalgia, el guión se pone al servicio de conformar cuatro mosaicos porteños tangueros y atorrantes.
En términos futboleros tenemos una suerte de dream team. Empecemos por los magistrales trazos de Caloi, Carlos Nine y los hermanos Pablo y Florencia Favre. Cada uno, con distintas técnicas, aborda la temática de cada segmento con su estilo, como si fuera una invitación a la variación visual. A esto se le agrega la extraordinaria banda de sonido de Daniel Meleros, Gustavo Mozzi y Fernando Kabusacki y, por si fuera poco, y por el mismo precio, Jorge Stavropoulos vuelve a demostrar su mano (y oído) artesanal, un auténtico maestro del sonido sin el cual esta “Anima Buenos Aires” no sería la misma. Todos se han reunido para brindarnos este verdadero prodigio que se ubica muy por encima de la actual producción cinematográfica argentina en cuanto a calidad artística.
Como nexo de los cuatro cuentos está el baile. El tango de toda la vida inundando las calles de Buenos Aires, dejándolas impregnadas del sonido del fuelle y la guitarra, todo funcionando de empalme entre cada propuesta, los que conservan sus valores autónomos intactos. Este segmento denominado Stencil Tango está a cargo de otro talentoso: Juan Pablo Zaramella, el director de “Luminaris” que representó a la Argentina en la carrera por las nominaciones al Oscar a mejor cortometraje en la entrega del 2012, pone su oficio para que en ningún momento decaiga ese sabor a nostalgia y vereda con el que está teñido la película.
Sin ser adivino, uno puede anticipar la suerte que una gran producción como esta puede tener. Es de esperar que los amantes de la ciudad, el tango, la historieta, la animación y sobre todo el buen cine; le den a “Ánima Buenos Aires” la chance que merece.