La impotencia de la abundancia.
Armando Bo y Nicolás Giacobone, la dupla de guionistas que co-escribió Biutiful y la ganadora del Oscar Birdman, vuelven a unir fuerzas en esta producción nacional protagonizada por Guillermo Francella. Animal es un thriller moderno que toma al hombre común y lo fuerza hacia los instintos más salvajes del género humano.
Además de formar parte del grupo de guionistas a cargo de los proyectos de Alejandro González Iñárritu como fueron los citados Biutiful y Birdman, este último galardonado con cuatro premios Oscar entre los que se encuentra el de Mejor Guion Original, el binomio conformado por Armando Bo y Nicolás Giacobone hizo su primera colaboración dentro del marco del cine argentino en la obra del año 2012 El Último Elvis. En ese caso, la colaboración se produjo nuevamente en la parte de la escritura del guion mientras que la dirección de la película estuvo a cargo de Armando Bo en solitario en lo que fue su ópera prima si de largometrajes hablamos. Seis años después y con un premio de la Academia en sus vitrinas, Bo y Giacobone proponen la misma dinámica de trabajo en Animal, film bastante más ambicioso que cuenta con las labores protagónicas de Guillermo Francella, Carla Peterson, Gloria Carrá, Marcelo Subiotto, Mercedes De Santis y Federico Salles.
Y no es casual que el foco esté puesto ya desde el comienzo en los realizadores de la película porque lo primero con lo que nos encontramos en Animal es con un plano secuencia verdaderamente brillante que en escasos minutos nos introduce a una familia convencional de la ciudad de Mar del Plata que se prepara para afrontar un día como cualquier otro. Antonio (Francella), gerente de un frigorífico de la zona, junto a su esposa Susana (Peterson) se encargan de preparar a sus dos hijos para el colegio (tienen un tercero recién nacido) y lo hacen con la naturalidad de una familia de clase media que sabe que puede descansar en la seguridad de la rutina. Todo sin un solo corte de cámara y ambientado con una banda sonora operística que nos pone en ambiente casi sin darle lugar a cualquier cuestionamiento o duda acerca de un grupo de personajes que acabamos de conocer. Esa naturalidad presentada simultáneamente con una sensación de vértigo permanente será el tono de una película que no se detendrá hasta el último fotograma.
Con un reparto secundario arrasador a partir de los trabajos de Mercedes De Santis, Federico Salles y Marcelo Subiotto, la película se permite hacer énfasis en Antonio, su personaje principal, ya que serán esos elementos humanos circundantes (sumados a la figura de su esposa y sus hijos mayores) los que introducirán a este hombre de familia en un vórtice imparable que lo llevará a poner en práctica cuestionamientos fundamentales que siempre tuvo latentes y otros que ni en sus pesadillas más oscuras hubiera imaginado que tenía. Porque esa mañana de ensueño como todas las demás, después de llevar a sus hijos al colegio y de casi terminar su rutina diaria de ejercicio al borde del mar, Antonio se desvanece. Un hombre trabajador, sano, buen padre, buen esposo, buena persona un día tiene una falla renal que lo lleva a un complejo tratamiento de diálisis, siempre a la espera de la aparición de un donante que le salve la vida. Y ese es solo el comienzo.
Con una brutalidad pasmosa, cierto dejo de cinismo y una dosis escalofriante de humor retorcido, Armando Bo y Nicolás Giacobone proponen un ejercicio de empatía permanente mientras la situación personal de Antonio, que quiere vivir a toda costa, empieza a ramificarse en las experiencias de esos personajes que lo rodean para interpelar al espectador desde un punto de vista social, clasista, familiar y humano de forma tan cercana como avasallante.
Trabajé desde que tengo uso de razón, le di todo lo que necesitaba a mi familia, pude comprarme todo lo que quería, resigné lo mejor de mi vida para lograrlo y ahora, gracias a un sistema roto que no puede ayudarme la única vez que lo necesito, no puedo usar ese fruto de mi esfuerzo para poder seguir viviendo. Esa injusticia, mezclada con impotencia y un resentimiento indiscriminado es la base del discurso de Antonio que, a través de un Guillermo Francella totalizador, se aferrará con uñas y dientes a su deseo de vivir sin importar a donde este lo lleve.