Los Miserables
Tras dirigir El último Elvis (2012), Armando Bo consiguió un Oscar por el guion de Birdman (o la inesperada virtud de la ignorancia) (2014) de Alejandro González Iñárritu, con quien ya había trabajado junto a su socio creativo Nicolás Giacobone en Biutiful (2010), una película que como Animal (2018) se dedicaba a indagar en los más bajos instintos del ser humano, recurriendo a personajes estereotipados y manipuladores, de la misma manera que la propia historia lo hacía con el espectador.
La película abre con un gran "falso" plano secuencia que muestra a Antonio (Guillermo Francella) casado con el personaje de Carla Peterson y sus tres hijos. Es gerente de un frigorífico marplatense y además de un buen pasar, tiene la familia perfecta y la vida que soñó (todo es tan mágico como poco creíble). El "amor" que emana de ese grupo familiar es más dulce que el azúcar y nada pareciera perturbar la armonía que los envuelve. Pero sí, pasa algo y es que Antonio sufre un desmayo y fin del plano secuencia (que había terminado antes en realidad). Elipsis temporal y descubrimos que Antonio se encuentra en lista de espera para un trasplante de riñón. Desesperado porque siente que el tiempo se le acaba quiere comprar uno. Ahí es cuando aparece un aviso en Internet de un joven que cambia riñón por casa.
Desde lo formal Animal es una película más que correcta, poco cuestionable, que está al nivel de cualquier producción media mundial. Desde el plano inicial hasta los más mínimos detalles todo es tan perfecto como la familia que retrata. Aunque por momentos la historia resulta algo estirada en su narración, repitiendo planteos que se subrayan para volver sobre ellos una vez más por sino se entendió el mensaje, en una obvia subestimación al espectador. También hay que dejar en claro que es una película de género por lo que algunas cuestiones con la verosimilitud de situaciones que pueden hacer ruido son parte de la construcción narrativa en este tipo de films. Pero esos problemas no son tan graves en Animal como la linea ideológica que maneja. Línea que sin duda acompaña a como los autores ven a las clases sociales que reflejan.
En Animal los ricos son buenos, todo lo que tienen se lo ganaron trabajando, y mucho, son honestos, meritócratas, tienen familias perfectas y bellas, y (hasta que aparece el problema de salud) la preocupación más grande que tienen es elegir el color con el que pintarán la cocina. También se creen que por tener plata pueden comprar todo lo que quieren, incluso un órgano o una vida, y eso no los hace peores personas sino desesperados. Acá los malos, vagos, pedigüeños, sucios, ladrones, usurpadores, alcohólicos y un sinfín de adjetivos descalificativos más, son los pobres que se abusan del pobre Antonio y su familia frente a una necesidad vital.
Los estereotipos con que se pintan las clases sociales y las diferencias entre ellas son de una obviedad recurrente y sesgada con ejemplos tales que si un médico inhala cocaína durante una operación es gracioso pero si el “donante” pobre toma cerveza resulta una calamidad. Puede que muchos piensen que la película coloca a todos los personajes de ambos lados del muro, pero eso es tan falso como la corrección política que pregona al mostrar como aflora el egoísmo cuando se trata de sobrevivir. Los ricos actúan así por desesperación, y por más bajos y deplorables que sean sus actos, reciben el perdón de alguna u otra manera, mientras que los pobres lo hacen porque está en su naturaleza, en su instinto animal, y deben ser castigados.
La forma de mostrar los personajes podría haber sido revertida cambiando una escena del final. Ahí el sentido sería otro, con una línea ideológica que mostrara a personas, que más allá de su condición social, obran como seres humanos, con defectos y virtudes. Pero queda claro que para los hacedores de la película los animales son solo los pobres, mientras que los ricos son menos buenos ante una necesidad extrema, al punto de que si le sacan por la fuerza el riñón a una persona pero a cambio le entregan su lujosa casa el mensaje será la injusticia. Claro, que no la de robarse un riñón sino la de perder todo lo demás en manos de un pobre que hubiera merecido morir mientras drogado le extraían su órgano.