Un hombre común y correcto se enfrenta a una situación límite, de vida o muerte, desesperada, y tanto él como su esposa entran en una espiral terrible, casi fantástica, donde solo cuenta sobrevivir. Podría ser la sinopsis de muchas películas, es cierto, pero en el caso de Animal el esquema es lo contrario de una desventaja. Armando Bo, nieto del homónimo director de la Coca Sarli, que demostró la capacidad para trabajar extremos y elementos grotescos sin disolver la empatía humana en El último Elvis (y, también, en su guión oscarizado de Birdman) juega aquí a llevar todo a los extremos. El problema en estos casos es trasparar el límite y que todo se vuelva una caricatura cínica. Pero ahí están Guillermo Francella y Carla Peterson jugando la cuerda de la desesperación al límite sin establecer distancia que anestesie, ante la acumulación de problemas, al espectador. La combinación de un guión de hierro y dos actores extraordinarios da resultado, pues.