Realmente bien hecha, admirablemente bien interpretada, esta obra es para casi toda clase de público, pero no para todos los estómagos. No tanto por alguna que otra imagen de sangre, sino por la tensión creciente y constante, por el humor negro, negrísimo, que la envuelve, la indignación ante la impunidad de burócratas y lúmpenes que nos rodean, la angustia del personaje protagónico que parece ir rumbo a una inexorable locura, y también porque a cualquier espectador puede ocurrirle algo parecido (y sin haber disfrutado de la parte buena).
El tipo tiene una vida envidiable, hasta que un riñón se le jubila antes de tiempo y empieza a depender de la diálisis mientras espera la donación que no llega. Y entonces desespera. Y como solución no se le aparece un donante, sino un atorrante, mejor dicho dos, pícaros, confianzudos, ambiciosos, invasivos. ¿Cómo sacárselos de encima, y de paso, sacarles un riñón? ¿Y cómo se banca todo eso la mujer de uno? ¿Y qué pasa con los valores inculcados y sostenidos a lo largo de una trayectoria intachable?
Grotesco urbano, que no criollo aunque de él descienda, comedia dramática, pintura impiadosa del alma humana en su afán por sobrevivir de cualquier modo, sátira sutilmente virulenta sobre la fragilidad de los afectos y los bienes terrenales, thriller psicológico, todo esto es "Animal", tercera composición dramática al hilo de Guillermo Francella, que a nivel internacional ya está a la altura de Alberto Sordi, segunda película de Armando Bo nieto, siempre con Nicolás Giabocone como coguionista, y primera de Carla Peterson en una nueva cuerda interpretativa. Notable también el resto del elenco, la fotografía de Javier Juliá, la música de Pedro Onetto.