Animal

Crítica de Rolando Gallego - El Espectador Avezado

La segunda película como director de Armando Bo (“El último Elvis”) propone un despiadado juego de contrastes, algunos presentados con pinceladas muy gruesas, mientras desarrolla narrativamente el descenso a los infiernos de un hombre (Guillermo Francella) que debe tomar decisiones sin saber las repercusiones de las mismas.
Antonio (Francella) está en las últimas, su riñón casi no le responde, la diálisis parece no hacer efecto, y su vida depende de la ayuda de los demás para poder resolver su situación actual. Mientras la legalidad rige sus días y rutinas, la inevitable cercanía del fin lo hará acercarse a una pareja que aparentemente podría resolverle todo de una manera a la que él no está acostumbrado.
El hábil guion de la dupla ganadora del Oscar por “Birdman”, Nicolas Giacobone y el propio Bo, resuelven con solvencia un desarrollo que bucea en el viaje de un hombre que necesita del otro para poder resolver su estado actual, pero que, independientemente de esto, sufrirá una profunda transformación en su seno familiar y de vínculos al decidir que lo mejor para él tal vez no es lo que creía y creyó durante toda su gris vida.
Bo comienza la película con garra, con un estilizado plano secuencia, imponiendo la intromisión en la familia de Antonio, desnudando la intimidad con su mujer (Carla Peterson) y la rutina de desayuno y organización de tareas, para contextualizar el universo que pronto se resquebrajará.
En esa primera instancia descubrimos la rigidez de los vínculos, las atrofiadas palabras que intercambian que permiten comprender cómo luego, ante la vulnerabilidad de la exposición con la dupla que supuestamente tiene una solución (Federico Salles, Mercedes De Santis), se perderá rápidamente su adhesión y se evidenciará un nuevo estadio en la relación.
“Animal” es una película de personajes, con una fuerte impronta visual que acecha a los mismos, y con una decidida paleta de colores que abruma a una ciudad de Mar Del Plata como nunca antes vista en la pantalla.
La película y el desarrollo que de la historia generan una tensión maniquea que exige al espectador una toma de partida para decantar la fuerza narrativa de las imágenes que se suceden. Hay algo de “Casa Tomada”, de ese avanzar sobre el otro hasta conseguir aquello que se quiere, que impregna de un timming preciso y potente, que anula la capacidad de mirar hacia otro lugar o evadir aquello que se desarrolla ante la cámara.
Guillermo Francella y Carla Peterson se lucen con papeles diferentes a la explosividad con la que generalmente componen sus personajes, ofreciendo un tono bajo y quedado para desarrollar índices de sus interpretaciones que luego explotarán ante la exigencia del relato.
La dupla de actores que interpreta a la pareja marginal que se acerca a Antonio, Salles y De Santis, componen con un nivel de precisión sus roles, avanzando sobre el resto de los actores para lograr la fuerza necesaria de un relato incómodo, doloroso, que habla de la imposibilidad de escapar al destino pese a que se crea lo contrario.