Mi Reino por un Riñón
La vida de Antonio Decoud parece ser un paraíso. Tiene una familia que lo quiere, una casa idílica y un empleo como gerente de la cadena de producción de un frigorífico marplatense. Infortunadamente, uno de los riñones de Antonio está fallando y necesita buscar un donante cuanto antes. Superado por los manejos burocráticos del sistema de donación de órganos -que lo tiene muy abajo en la lista- decide buscar la solución por otros medios. Elías, un joven que vive en una casa tomada junto a su novia embarazada, Lucy, es ese donante.
Lo que Elías pide a cambio por su riñón es una casa. Las cosas se van a empezar a complicar cuando el muchacho empiece a inmiscuirse en la vida de Antonio y altere los términos del trato según su conveniencia, algo que empujará a Antonio más y más al límite.
El guion tiene un conflicto sostenido y personajes que son capaces de hacer lo que sea para conseguir su objetivo. Esto, que parece ser una obviedad, es destacable ya que está ausente en una considerable gran mayoría de las producciones nacionales. El arco del protagonista está bien trabajado. Tiene por principal temática el más visceral egoísmo: el del “sálvese quien pueda” sin importar a quien nos llevemos puesto. Antonio pasa de ser alguien que obra de modo legal y desinteresado, a hacerlo de forma ilegal y egoísta. La progresión de un punto a otro aumenta su velocidad conforme se le acaban las opciones, tanto al protagonista como a su antagonista.
Respecto al tema de romper o no las reglas (que venían anunciando desde el trailer), la premisa de la película ilustra no tanto las recompensas que reciben los que no siguen las reglas, sino su falta de castigo. El castigo aquí es la falta de salud. Antonio, cumplidor siempre, es castigado con un riñón que falla y un sistema burocrático que no lo ayuda (o que sí puede, pero no lo tiene como prioridad). Elías, desconsiderado, conserva su salud sin importar qué.
Una contra a destacar es cómo el bajo mundo se vuelve la única solución al problema de Antonio. Se entiende que habiendo decidido por un curso de acción así de cuestionable esta parezca ser la única opción; pero incluso en esas circunstancias, cualquier persona con sentido común ve el comportamiento de Elías y sabe que no tiene garantía de que vaya a seguir lo que prometió seguir. Sí, suma al conflicto y a la tensión general de la película, pero por otro lado, es algo más lógico para la segunda mitad del metraje o incluso el desenlace (donde tiene más sentido que la desesperación no te deje pensar). El vehiculizar en ello la acción entera del film lo hace un poquito difícil de creer.
Si el protagonista iba a hacer esto por vías non sanctas y tan desesperadamente egoístas hacia el patrimonio familiar, ¿no era mejor buscar a alguien que garantice un órgano saludable?
Otras contras que posee son, por un lado, que los intentos de humor no funcionan como se esperaba: vemos a lo que apuntan, pero no salen las risas. Por otro lado, Antonio, Elías y Lucy son los únicos personajes desarrollados. La familia de Antonio no recibe el mismo tratamiento, en particular su mujer. Están ahí para recibir sus diálogos o para que nos preocupemos por él; de ellos por sí mismos no hay mucho para destacar.
En el costado técnico, la dirección de Armando Bo es de una tremenda riqueza. Estamos hablando de alguien con perfecto dominio de la puesta en escena. Que encuentra armonía entre el movimiento de la cámara y de los actores. Tan en cuenta tiene esta noción que no pocas escenas transcurren sin un solo corte. La escena introductoria es de un tremendo virtuosismo, recurriendo casi siempre a las imágenes más que a los diálogos para impulsar su narrativa.
Animal comienza con movimientos fluidos para dar paso progresivamente a la cámara en mano, como reflejando el paso de la estabilidad a la inestabilidad en la vida de Antonio. También sus planos están cargados de simbolismo. Como una escena en particular donde Antonio está trabajando en el frigorífico, rodeado de gente (y de medias reses), y al recibir el llamado de su doctor lo atiende en un cuarto completamente vacío, es acá donde se pone feliz al ser informado que Elías y él son compatibles. Una soledad premonitoria del camino que le espera.
También hay que señalar el notorio uso del contraste en cuanto a colores y texturas en la dirección de arte, en particular para establecer la diferencia entre el mundo “puro y limpio” del día a día de Antonio, y las sombras del bajo mundo al que tiene que reducirse para conseguir sus objetivos.
Guillermo Francella nuevamente entrega una lograda labor interpretativa como este hombre obligado a romper las reglas. Federico Salles y Mercedes De Santis proveen dignos acompañamientos como sus antagonistas, pero más particularmente por proveer una veta de multidimensionalidad y emoción, independientemente de que tengan o no interacción con el personaje de Francella.
Conclusión
Si bien Animal tiene un conflicto sostenido y personajes dispuestos a todo como principales argumentos para evitar ser descartada de aburrida, sus baches narrativos la ponen en una cuerda demasiado floja. Si el espectador la sostiene o la suelta para que caiga al vacío, depende muchísimo de la exigencia que este tenga.