Nueva entrega de la saga que aprovecha el fandom de Harry Potter; "Animáles fantásticos: Los Crímenes de Grindenwald", dirigida otra vez por David Yates, no cambia demasiado las reglas de la primera entrega, las profundiza.
¿Es el cine un conjunto de elementos planeados previamente en una mesa de producción o necesita de la mano de un artista para conformarse como tal? Se habla de la mano “invisible” de los productores en el resultado final de una película, casi desde que el cine se convirtió en una industria. En los últimos tiempos, cada vez con mayor énfasis.
La historia de Harry Potter en el cine es un buen ejemplo de esto. Tres primeras entregas inspiradas, que sumaron a los relatos originales de J.K.Rowling la marca de autor de la mano de Chris Columbus y Alfonso Cuarón.
A partir de la cuarta, Mike Newel quizás no se encontró en el género, y desde la quinta en adelante, todo recayó en manos del novato David Yates cuya foto debe estar en el diccionario como referencia de piloto automático. Hasta alguien como Michael Bay tiene una marca, buena o no, de romper todo y retorcer metales. Yates, que salvo algunos telefilms ignotos previos y la igual de insípida "La leyenda de Tarzán", no ha dirigido otra cosa; no hace nada de nada.
Es al cine a gran escala, lo que el hormigón armado al mundo de la arquitectura artística; algo útil para vender, pero liso y llano. Por supuesto, su labor es nuevamente, el principal problema de "Animales fantásticos: Los crímenes de Grindelwald". Para el que llega desde afuera, "Animales fantásticos" parte de un libro que J.K.Rowling escribió con posterioridad a la saga de Harry Potter, a modo de guía o catálogo de “monstruos” o criaturas fantásticas de ese universo.
Hollywood, famélico del mago de Hogwarts, aprovechó esto para que la propia Rowling escriba una nueva saga, a modo de precuela, y seguir contando réditos.
Este segundo capítulo nos ubica inmediatamente después de "Animales fantásticos y dónde encontrarlos", con Grindelwald (Johnny Depp) revelado y apresado; y una aparente calma entre los muggles/nomag y los magos. El cuarteto heroico se dividió. Jacob y Queenie (Dan Floger y Alison Sudol) son una pareja comprometida; y Newt Scamander (Eddie Redmayne) y Tina (Katherine Waterston), se distancian ante la negación del primero de formar parte de la institución rectora y controladora de la magia, y la aceptación de la segunda.
Pero la calma no dura nada, Grindelwald se fuga – de un modo bastante inverosímil aún para este universo – y comienza una nueva orden rebelde con la idea de dejar de esconderse. Claro, hablamos de un villano, así que también tiene ínfulas de querer gobernar, y de aniquilar inocentes en el camino. Para esto, recluta secuaces.
Los crímenes de Grindelwald es eso, más y más; con los pros y contras que esto conlleva. A los seguidores los lleva a un terreno seguro, a esta altura, les ofrece lo que quieren ver; también repite los mismos inconvenientes. Si "Animales fantásticos y dónde encontrarlos" ya era una propuesta que abarcaba demasiado y apretaba poco, esta no sólo va por el mismo carril, sino que acelera confiada.
Es dispersa, no profundiza en nada, se empalaga visualmente, y aletarga la mayoría de los momentos de interés. "Animales fantásticos" se propone como una saga que acompaña a los seguidores originales de Harry Potter. Aquellos que eran niños pequeños en la primera mitad de la década del 2000, y hoy ya son jóvenes adultos; por eso el tono es más oscuro, dramático, y con pinceladas de policial fantástico.
Coquetea con los tópicos, con el terror, con el suspenso, con el noïr inglés, con la aventura, y hace el intento por adentrarse e el drama de los personajes. Va por aquí y por allá, pero no amalgama, no logra hacer de todas sus pretensiones un conjunto.
El resultado es un cambio de tono permanente, y una indefinición importante. Salvo Queenie (que ya era el mejor personaje de la entrega anterior), el resto no crece, no despliega nuevas capas; y haciendo caso omiso de la necesidad de reducir que se percibía, acá se agregan más personajes, más subtramas, más densidad, mayor desconcierto.
Credence (Ezra Miller) que debería ser un personaje importantísimo en la película, sigue sin tener el peso necesario, aun teniendo más tiempo en pantalla y hablando más de u historia previa; y hasta la esperada aparición de Albus Dumbledore (Jude Law) está desaprovechada y algo incoherente en su presencia.
La historia dramática, con mensaje y dilema incluido, hace acordar demasiado a X-Men, y en la comparación sale perdiendo en todos los niveles. Con Singer y compañía haciendo todo bien, logrando la comprensión y empatía necesaria, comprendiendo las posturas de un bando y del otro, manejando los grises y las ambigüedades discursivas.
"Animales fantásticos: Los crímenes de Grindelwald" se ve además, ampulosa, tiene escenas de mucho despliegue, y hay rayitos y volteretas por todos lados. La estética de la anterior, más jugada que en Harry Potter, está otra vez presente, haciendo uso y abuso del CGI para que todo se vea complejo en un envase elegante, refinado, apabullante.
Pero todo es cáscara. Yates no hace algo propio. La idea de que cualquiera podría estar detrás de cámara en constante.
Todo se limita a los artilugios visuales, las referencias al universo Rowling, y las bases establecidas para pisar seguro, más el plus de dejar ganchos en todos lados para poder seguir aumentando las ganancias. De más está decir que interpretativamente no hay demasiado lugar para el lucimiento. No desentonan, cada uno hace lo suyo, aún Depp y sus ya habituales mohines (algo más medido, afortunadamente).
"Animales fantásticos: Los crímenes de Grindelwnd" no es un film con errores notables, ni elementos molestos. Es algo que puede gustar, pero no encanta, y lo peor, aburre.