MAGIA POTAGIA
Y sí, un hechicero lo hizo.
Al ver el nuevo capítulo de esta extensión de la saga mágica o nueva saga, como quieran llamarla, quedan varias cosas en claro. La primera, y a diferencia de la historia del niño que sobrevivió, es que J.K. Rowling no tiene la menor idea de lo que nos quiere contar y parece que va improvisando por el camino. Puede que estemos equivocados y haya un plan mayor donde está todo bien orquestado –al menos, así se sentían los libros de Harry Potter-, pero la autora ya empieza a manipular su propio canon, bien aceitado a lo largo de siete novelas y sus derivados, para que todo eso que “nos hace ruido” encaje a la perfección dentro de un argumento, de por sí, bastante embarullado.
La otra cuestión, tal vez la más importante, es que ahora nos resulta clarísimo que esta NO es la historia de Newt Scamander (Eddie Redmayne) -magizoólogo responsable de ese librito de estudios conocido como “Animales Fantásticos y Dónde Encontrarlos”-, sino la de Gellert Grindelwald (Johnny Depp), el mago tenebroso más temido y peligroso, por lo menos, hasta la aparición de Voldemort (sí, acá lo nombramos porque somos corajudos).
El buenazo de Newt, y su amor por todas las bestias, se convirtieron en una excusa para contar esta historia previa a la aparición de Harry y su archienemigo. Acá la cuestión es mostrar el ascenso al poder de este villano, y claro, llegar a la instancia donde el célebre Albus Dumbledore lo derrotó.
Este último dato, de lo primero que aprendió Potter sobre su director de camino a Hogwarts al leerlo en uno de los cromos de las Ranas de Chocolate, se convirtió en el puntapié de “Animales Fantásticos: Los crímenes de Grindelwald” (Fantastic Beasts: The Crimes of Grindelwald, 2018) y, por lo menos, su secuela, porque acá la cuestión es detener a este poderoso hechicero que, sabemos, tiene una historia muy personal con el profesor.
La última vez que vimos a Grindelwald, quien (se sabe) llevó a cabo una guerra mágica contra los muggles (siempre a favor de la supremacía de los magos), bajo el infame lema “por el bien mayor”, había quedado en custodia del MACUSA (ministerio de la magia de Estados Unidos), tras revelarse que se escondía bajo la apariencia del auror Percival Graves (Colin Farrell).
Pasaron seis meses y, en vísperas de su traslado a Europa para ser juzgado por sus crímenes, Grindelwald logra escapar con la ayuda de sus secuaces y parte rumbo a París en busca de ese “arma” que tanto necesita: el Obscurial, también conocido como Credence Barebone (Ezra Miller), el huerfanito con problemas ‘de manejo de la ira’, que también huyó hacia la Ciudad Luz con la intención de encontrar a su verdadera familia.
¿Cómo encaja Newt en todo esto? Alejado de Tina Goldstein (Katherine Waterston), Scamander volvió a Londres para seguir con sus investigaciones, catalogando nuevas criaturas, pero tras los incidentes de Nueva York, el Ministerio de la Magia inglés le prohíbe el viaje a otras regiones, lo que va a dificultar bastante su próxima misión.
El mismísimo Dumbledore (Jude Law) le pide que marche hacia París para encontrar a Credence y protegerlo. En pocas palabras, evitar que caiga bajo los influjos de Grindelwald, o sea asesinado por los aurores que lo consideran una verdadera amenaza.
Esta es la trama que propone “Animales Fantásticos: Los Crímenes de Grindelwald”, un juego del gato y el ratón donde todos confluyen en Francia y se persiguen de acá para allá. En el proceso, Grindelwald va adquiriendo poder al convencer a nuevos seguidores de su cruzada, y Rowling nos plantea una colección de extraños parentescos, bastante retorcido y sin sentido. ¿O sí?
El tiempo y las tres secuelas que nos quedan, lo dirán. Mientras tanto tenemos una historia desprolija que se esfuerza por planear a futuro y se extiende (demasiado) presentando situaciones y protagonistas que, en esta entrega particular, no tienen demasiado peso. Hay mucho y mal llevado, personajes que entran y salen de escena sin un objetivo claro, u otros que simplemente desaparecen dejando su “hilito” inconcluso.
Lamentablemente, el foco está puesto en el villano -bien constituido, atrayente y con sus buenas justificaciones-, pero choca que sea Depp (como protagonista) al que se le da tanta cámara e importancia. ¿En serio no se podía recastear al actor?
Por su parte, Law es todo encanto cuando se trata de Dumbledore, un personaje que, seguramente, cobrará muchísimo más protagonismo en las próximas entregas. Lo que no está demasiado claro, es cómo un personaje tan pacífico como Scamander va a encajar en este nuevo escenario, que poco y nada tiene que ver con sus amados animalitos. Sí, están ahí, y sirven a algún que otro propósito, pero el título ya les queda grande. Esta no es una saga al estilo Indiana Jones, donde Netw se pasea por diferentes continentes en busca de nuevos especímenes, es “Harry Potter para adultos”, donde el mundo mágico trascendió la escuela y las aventuras juveniles para concentrarse en personajes creciditos como los lectores de la serie.
Una franquicia más “oscura” y “política”, si se quiere, que se basa en todos los conocimientos previos del espectador para entender cada uno de sus pequeños detalles. Ahí, otro gran problema para el público random que se acerca a la sala sin tener las herramientas necesarias sobre la creación de J.K. Rowling. “Animales Fantásticos: Los Crímenes de Grindelwald” es una película para el fan que, pocas veces explica su universo y da por sentado que todos conocen de hechizos, personajes y criaturas.
David Yates, que a esta altura sólo dirige películas de Harry Potter y aledaños, se vuelve a poner tras las cámaras y, más allá de un montón de escenarios y una hermosa puesta en escena, no aporta mucho más. Esta entrega sigue expandiendo el universo, presentándonos nuevos lugares con un nivel de detalle que cualquier saga envidiaría, pero no todo debe ser “escenografía”, y ahí es donde más falla desde el argumento. “Animales Fantásticos 2” es una película de “relleno” que sienta las bases para lo que vendrá: ¿el esperado enfrentamiento entre Dumbledore y Grindelwald”.
Si vieron el póster saben que esta es una historia recargada de personajes que, muchas veces, ni se llegan a lucir. Sobre todo, los femeninos. No es ninguna novedad, ya que Rowling es una narradora bastante clásica que se apega al modelo del camino del héroe (léase héroe, nunca heroína), un tanto extraño para una escritora que se calza la camiseta feminista, pero también le da su apoyo a un golpeador como Depp. Pero ese es un tema aparte.
Este mundo mágico es un universo de hombres que provocan sus guerras y después las resuelven. Claro que hay mujeres en puestos de poder, pero acá ya quedan relegadas a meras sidekicks de sus contrapartes masculina, o como protagonistas de momentos anecdóticos que no tienen verdadero peso en esta historia más grande.
“Animales Fantásticos: Los Crímenes de Grindelwald” cuenta muchísimas cosas, pero dice verdaderamente poco. Después de dos películas no entendemos el propósito de Credence –bah, mucho menos el de Newt-, pero nos quedamos con revelaciones de último momento que ponen patas para arriba todos nuestros conocimientos y sólo buscan ese golpe de efecto final. Básicamente, más de dos horas de película para llegar a ESE instante, que no todos compramos satisfactoriamente.
En esto se convirtió la saga, un relato larguísimo, recargado de personajes, criaturas y escenarios coloridos, que deja la gran revelación para su final, como buena excusa para correr al cine ante el próximo estreno de la franquicia. Los fans súper chochos de ver como se sigue expandiendo este universo, ahora más oscuro y comandado por los adultos, pero sin una historia bien encaminada y de peso de fondo, como sí la tenía la epopeya del niño mago. Rowling está improvisando sobre la marcha, volviendo sobre sus pasos, retorciendo el canon para que las cosas encajen. Los hilos se notan en el argumento y un poquito, se va perdiendo esa “magia”.
LO MEJOR:
- La expansión y la atención a los detalles del mundo mágico.
- Y sí, este Dumbledore “joven” suma muchos puntos.
- A pesar de Depp, Grindelwald es un gran villano.
LO PEOR:
- Que Scamander y sus animalitos pasaron a un segundo plano.
- No tiene muy en claro lo que quiere contar.