Segunda entrega de la saga-precuela de “Harry Potter”, otra vez con Eddie Redmayne como el zoólogo fantástico devenido agente secreto de ocasión y un malvado (Depp) que quiere dominar el mundo, como corresponde a alguien con poderes mágicos y exceso de agua oxigenada en la cabeza. Pues bien, más allá de que hay giros sorpresa dando vueltas en la película especialmente insertados para fans, es otro ejemplo de cómo la Máquina Hollywood genera sus productos. Hay de todo: alguito de terror, animalitos tiernos y divertidos; animalotes peligrosos; el famoso “vamos a metaforizar sobre el mundo actual político y que Depp sea un demagogo a lo Trump, llegado el caso”, que tan bien viene para sumar al adulto que todos llevamos dentro; efectos especiales; algo de humor y mucho movimiento. ¿Es esto especialmente malo? No, el problema de un buen plato no reside en sus ingredientes sino en qué cantidad de cada uno lleva. En este sentido, “Animales…” se parece mucho más a una picada que a un plato gourmet: muchas cosas, un poco de cada una y falta de intensidad en general (muchas veces confundida con el excelente diseño de sonido, fruto de ingeniería, que suelen tener estas películas). Se la pasa bien, quizás alguno quiera saber qué viene en la próxima entrega, y se sale del cine pensando si el café lo vamos a pedir solo o cortado, o si mejor arrancamos por un helado y de qué sabor.