La saga de «Animales Fantásticos» ha alcanzado finalmente el ritmo que lleva el mundo real con respecto a su autora, reduciendo considerablemente el rol de J.K. Rowling al de un mero crédito por la «historia». Desafortunadamente, a pesar del acierto de traer nuevamente a la franquicia al guionista Steve Kloves, resulta que Rowling no necesita demasiado para descarrilar lo que debería ser un sencillo éxito y convertirlo en una particular decepción poco sorprendente. ¿Es mejor que la segunda? Sí. ¿Es peor que la primera? Sí. ¿Vale la pena verla? Depende de si tu fanatismo por Harry Potter supera tu amor propio y el valor que le das a tu tiempo.
El retorno de Kloves al mundo cada-vez-menos mágico le brinda por primera vez a una película de «Animales Fantásticos» lo que en el mundo del cine llamamos «escenas», un concepto intrigante que Rowling haría bien en investigar. Las mismas estarán atadas por una insipiente trama general que combina lo peor de «uh, que peligro el populismo» y «nada es más fuerte que el poder del amor», pero no hay dudas de que le dan al minuto a minuto la sensación de que hay una narrativa real detrás de esta falsa franquicia. Si uno ve clips de escenas de esta cinta de forma individual, estaría disculpado por pensar que se trata de una verdadera película.
El foco de discusión que de todas maneras se lleva todas las miradas es claramente el reemplazo de Depp por Mads Mikkelsen. Lo que a priori es una mejora considerable en la calidad actoral (y una bendición para el PR de marketing) termina no rindiendo de manera considerable. Uno no sabe si el guion tuvo en cuenta el cambio de actores, pero sin dudas que el producto final no logra aprovechar casi en ningún momento al gran actor que es Mikkelsen. Uno incluso se inclina por pensar que no está tan bien casteado en un rol que Depp (mambos aparte) dotaba de cierta… cualidad… interesante. Eso sí, el reemplazo de estrellas no pasó desapercibido para David Yates, que dirige cada una de las escenas con Mikkelsen como debe hacerse: obligando a la audiencia a acercar el oído a un demonio susurrante. ¿Logra ser efectivo? No realmente, pero al menos hay algo en lo que colgar la atención durante las casi dos horas y media de película.
Ese sentimiento puede resumir perfectamente la experiencia que dejan «Los Secretos de Dumbledore», casi en igual medida que su genérico título injustificable para todo lo que no sea suplicar por algo de interés. Que tenga sus puntos rescatables hacen que quizás sea aún más decepcionante que ni siquiera llegue a superar a la primera «Animales Fantásticos» como la más decentemente entretenida de esta avalancha interminable de fuentes inagotables de dinero que no benefician a nadie más que a inversores. Creo que sin arriesgarme mucho, el mayor disfrute de este film es el regalo de tener la oportunidad de describirle el clímax del mismo a un alma inocente y mucho más sabia que uno, para compartir ambos la dicha de su absurdo.
Esta onceava película en el universo de «Harry Potter» apenas si logra colarse vergonzosamente al final del TOP 10, y la próxima va a tener que ser definitivamente mala para que no pierda su lugar en el próximo e inevitable estreno. Nos vemos en la fila para Harry Potter 12.