Por lo general solemos complejizar demasiado una cuestión tan simple como que las películas nos gustan o no. Puede abrirse el juego a cualquier tipo de análisis y exploración acerca de los porqué de nuestras sensaciones, pero al fin de cuentas la alineación subjetiva que se logra con la inmersión de uno en un filme termina triunfando o cayendo derrotado devastadoramente ante cualquier tipo de lógica que se le intente imprimir a nuestras experiencias. El problema puntual con «Flash» es que resulta muy difícil pensar en otra película con tantas razones claras para que a una gran mayoría no le guste. Cuanto menos se haya visto en trailers y en internet, más chances hay de que algo te atrape. Por lo que un proyecto con un marketing multimillonario ya tiene un poco las de perder. Aunque también entran a jugar en ese momento los detalles: sin dudas la presencia estelar de Michael Keaton repitiendo su papel como Bruce Wayne en las «Batman» de Tim Burton es un gran llamado de atención hacia la audiencia, pero luego su rol tiene que satisfacer fans que llegan con expectativas. En este caso regala buenos momentos y sorprende un poco que se haya vendido tanto la película desde su presencia cuando se trata más bien de un papel algo satelital. Lo bueno es que al centrarse más en Flash que en Batman se permite que el centro dramático de la cinta recaiga sobre un protagonista que logra entretener y conmover. Lo malo es que este es Ezra Miller, quien insiste con redimensionar el término «canceladísimo» bailando al borde de lo criminal. Las grandes fortalezas entonces de una trama totalmente repleta de giros, vueltas y complicaciones son en primer lugar que está en manos de un director como Andy Muschietti que busca casi que primero y principal entretenerse a él mismo. En segundo lugar, pero no por ello menos importante, es que se trata a grandes rasgos de una adaptación de una de las historias más importantes de la era moderna de comics. Esta adaptación cambia innumerables detalles, pero no solo logra mantener una interesantísima aventura sino que a la vez mantiene intacto el centro emocional que sirve como motor de toda la trama. La emotividad que hereda de «Flashpoint» y el insistente humor (la mayoría de momentos en los que funciona bien) que le imprime Muschietti forman una experiencia realmente pochoclera con bastantes risas escudadas por algún que otro lagrimón. El mayor problema lamentablemente para esta «Flash» es que una porción bastante grande de la potencial audiencia ya decidió su veredicto antes de sentarse a verla, pero además que otro porcentaje no tan menor de gente termine durante la experiencia viéndose incapaz de conectar con ella como toda persona dispuesta a ver realmente una película debería hacer. La calidad de los efectos por computadora son siempre un gran síntoma, pues «Jurassic Park» no podría bajar de ser una muy buena película por más malos que fuesen sus efectos ni puede una mala película salvarse por más excepcional sea su CGI, pero aún así es inevitable que audiencias hoy en día se sienten en una sala como desafiando a la peli a que «se los gane» en lugar de entregarse con honestidad a una propuesta. Esto se hace mucho más difícil cuando también se sabe que se trata de una producción con décadas de problemas infinitos, es protagonizada por un actor problemático al punto que el planeta entero le suelte la mano y se asemeja demasiado al desfile de cameos que resultan varios de sus pares. La realidad es que «Flash» atenta ante la inmersión de su audiencia y es resultado más de sortear o ignorar sus problemas que otra cosa. Pero a pesar de haber muchas razones por las que «Flash» no está ni cerca de ser excelente, terminó con los encantos suficientes como para caer bien a los pocos con suerte para ser capaces de permitírselo.
La primera entrega en la saga de «Spider-Verse» pisó fuerte tanto en taquilla como crítica para marcar un antes y un después en la animación estadounidense. Mezclando el sentimentalismo bombástico tan hollywoodense con un aventuramiento visual más cercano a los esfuerzos de animación independiente o europea, asimismo que generó un contraste bastante marcado con el promedio de la animación asiática. Ese tipo de legado puede llenar de peso y expectativas a una segunda parte, pero más aún cuando esta tiene el objetivo claro de hacer una trilogía. Lo que comenzó como una secuela rápidamente decidió dividirse en dos nuevos filmes para luego abandonar incluso esa aclaración en sus títulos, algo que afortunadamente rescató el doblaje latinoamericano. Es importante arrancar la película teniendo bien claro que se trata meramente de la primera parte de un todo, aunque luego quede en las manos de sus creativos encargarse que la experiencia sea algo con una entidad propia completa. Problemática usual en estos tiempos de «Dunes» y «Fast Xs». Lamentablemente, el legado de grandes segundas partes con un final tan satisfactorio como emocionante con vistas a una conclusión de trilogía no ha encontrado un heredero especialmente digno en esta segunda «Spiderverse». Sin entrar en spoilers la película, relega demasiado eso que ha hecho tan grandes a pelis «del medio» como «Empire» de Star Wars, «Dark Knight» de Nolan o incluso «Spider-Man 2» de Sam Raimi. Algo esencial que las hace perdurar en la memoria es que siembran las ganas de reservar tu entrada para la conclusión de su trilogía sin perder de vista que se tratan de narrativas completas con temáticas y arcos propios en sí mismas. Muy poca de esa satisfacción totalmente propia se encuentra en «A Través del Spider-Verso», pero a cuenta gotas. El regreso de los directores, guionistas y productores de la primera entrega significa que la evolución en escala del proyecto también trae consigo cierto refinamiento. La primera película por momentos se tropezaba con demasiadas cosas que mostrar e intentar, que no terminaban de todos modos por empañar la experiencia. Sin embargo, gracias a una duración insospechada en el terreno de la animación, las secuencias, planos y diálogos en esta nueva entrega tienen la chance de estirarse según la dirección y el guion crean apropiado. Como resultado de esas positivas anomalías de producción, sumado a la intención clara de enfocarse en temáticas mucho más puntuales que lo que permite usualmente el promedio de producciones animadas (con obligaciones a apuntar a todo tipo de audiencia en todo momento), «Spider-Verse 2» le suma a su predecesora no solo verse como casi nada hasta ahora sino incluso sentirse como muy pocas superproducciones animadas han logrado. Al menos las que distan de la cansada fórmula melodramática de «a ver cuánto puedo hacerte llorar». Desde el vamos está claro el rol más prominente de Spider-Gwen, dueña de alguna de las mejores secuencias del filme. El tema es que para cuando los créditos comiencen será más que transparente que uno de los personajes más interesantes de la primera película terminó, incluso a la hora de entregarle algo más de protagonismo, relegada a una mera mecánica para simular lo más cercano a un arco narrativo. Incluso la conclusión del mismo es inmediatamente disminuida dentro de un bastante flojo cliffhanger que se siente más como un afterthought de último momento en lugar de una planeación a la altura de una de las producciones de animación más grandes de los últimos años. Si suena a que estamos siendo innecesariamente duros con lo que termina siendo seguramente uno de los mejores ratos que uno va a poder tener en una sala de cine este año, quizás sea justamente eso. En la era post-streaming no suena tan necesario para la apreciación futura de una obra audiovisual que la misma se sostenga totalmente ajena al contexto de su franquicia, aunque también es cierto que probablemente esta sea una de las sagas de animación que más se ha ganado merecer un análisis algo más quisquilloso que el promedio. Como obra individual, comete pecados debido a sus casi imposibles ambiciones. Pero como producción audiovisual de entretenimiento, no hay dudas de que es una garantía que encontró la forma de superar expectativas.
Un tenso thriller en el que un humilde estudiante de una de las universidades más prestigiosas del mundo islámico terminará en el centro de una mortal puja de poderes entre la policía, políticos y religiosos.
Toretto, explosiones, autos, familia, Coronas, villanos inventados y regresos inesperados. Una de las sagas mas exitosas y menos respetadas del cine llega a la recta final, no a los tumbos sino con su eterna garantía de pisar bien fuerte el acelerador.
Ganadora de múltiples premios a Mejor Comedia Europea, es una historia real de una clase de actuación para presos que se convierte en una sensación del circuito teatral francés cuando deciden montar su versión de “Esperando a Godot“.
Una comedia negra sueca ganadora de la Palma de Oro, y nominada a los Oscars de Mejor Pelicula, Direccion y Guion, acerca de un accidentado yate que reúne a influencers, millonarios y empleados desesperados por propinas. Del director de “Force Majeure” y “The Square”.
Damien Chazelle se convirtió a los 32 años en el ganador más joven del Oscar a Mejor Director gracias a «Whiplash». Disfrutó el beneficio del mote de Pibe de Oro de Hollywood con el éxito y buena recepción de «La La Land», aunque también parece haber sentido el peso de las expectativas luego con «First Man». Para muchos, Chazelle se mantenía como un director interesante pero cuya obra parecía ir bajando un poco el nivel con cada película. Afortunadamente su proyecto más ambicioso hasta la fecha llega para devolverlo a lo más alto de sus capacidades e incluso mostrando cómo lucha por trascenderlas, al mismo tiempo que sirve para revalidar y reforzar todas las temáticas que unen su filmografía. Incluso en algún punto hacer encajar todavía más a esa anomalía tan poco musical (comparada con el resto de su carrera) que fue el drama afectivo-espacial «First Man». Dependiendo de su gusto y perspectiva, pueden verse en «Babylon» uno, tres o incluso cinco protagonistas diferentes que comparten la batuta narrativa en pos de transmitir los puntos más ostentosos y decadentes del pasaje de la era muda a sonora de Hollywood. En cualquier otras manos la película se toparía con numerosos obstáculos: es otro ejemplo más del «cine sobre cine» que no solo dura tres horas sino que tiene ambiciones más allá de lo razonable. El tema es que en las manos de este pibe, no solo sale airosa de todas esas dificultades sino que se envalentona a ir por más y entregar una memorable experiencia como muy pocas han logrado hacerse en el marco de Hollywood. Y es que no hacemos referencia solo a su subjetiva calidad, sino a la personalidad temático-estilística que Chazelle condimenta ahora con un toque a la europea. «Babylon» es una peli que entiende que cuando se piensa en el buen «cine sobre cine» salta mucho más a la mente «Cinema Paradiso» que cualquier equivalente estadounidense, pero no por eso pierde de vista el valor no impoluto de una Hollywoodenciada tal como «Singing in the Rain» o un ejemplo un poco más modernizado de temáticas similares como Chazelle procuró hacer con «La La Land». Lo entrelazado del montaje, guión, dirección y musicalización es una garantía en el trabajo del director, al igual que el regreso a la mezcla de generaciones protagónicas que comenzó con el dúo en «Whiplash». Aunque el perfil tan «mirada de un cineasta entrado en años rememorando viejas épocas» de la cinta podría jugarle en contra en la percepción de la audiencia sabiendo que su guionista y director hace tan poco dejó el sonajero, la realidad es que calendarios aparte «Babylon» entrega una experiencia que mezcla a la perfección el valor de enemigos naturales como lo artístico y lo Hollywoodense. Lo logra trascendiendo perspectivas limitadas en la comodidad de estar a favor o en contra, para revalorizarlo todo sin miedo a sus destellos ni perversiones. La mayoría de las películas sobre Hollywood han elegido a lo largo de la historia dos caminos: o la típica historia de inocentes que sueñan con las estrellas y se encuentran castigados por sus ambiciones, o la magia que la máquina de sueños puede entregar a sus contados elegidos. «Babylon» es, como sugiere desde su nombre, una mezcla del cielo y el infierno que logra trascender no solo el cinismo inherente en un ejercicio tantas veces replicado en abstractas intenciones sino que lo hace con un tratamiento puntual especialmente Chazellesco. Sus personajes distan de la inocencia, acercándose mucho más a jóvenes que parten desde el saberse necesitados de algo que conocen muy bien es dañino para ellos mismos, pero cuya intoxicante promesa de ser «algo más» les resulta tan irresistible como predestinada a fuerza de una deshumanización en cuotas. La lucha de sus protagonistas por llegar al lugar que tanto añoraban resulta siempre tal, que no hay nada más doloroso que la caída que les espera a cualquiera de los lados de ese pico de expectativas para el que moldearon su vida. Este mismo guión, elenco y proyecto podría quizás haber sido producido de forma prácticamente íntegra por otro creativo que no sea Damien Chazelle, y en ese caso podríamos obtener una aceptable odisea que se gane la recomendación de «¡vayan a verla que este es un cine que ya no se hace!». Por suerte este no es el caso, pareciéndonos mucho más necesario recomendarles que corran a ver un cine como el que realmente casi nunca se hizo: uno con una genuina mezcla de sensibilidades con la simple brújula subjetiva de un pibe al que su amado Hollywood le llenó las manos de oro pero que encontró en el cine de la otra vereda la inspiración para darle forma a esa tentadora maldición amarilla que osa ahora reclamar finalmente como propia, y que ha llevado a la locura a tantos otros antes que él. Brindamos por esas locuras, por los cines y por saber ver en los cielos esas tentaciones que hacen que valga la pena el castigo divino.
Lo nuevo de Claire Denis nos trae un triangulo amoroso protagonizado por Juliette Binoche que promete mejorar y destruir sus vidas.
La noticia de que «Avatar» continuaría con una cuadrilogía de nuevas películas fue recibida por fanáticos o antis por igual: una profunda duda acerca de cómo podrían siquiera pretender estirar la narrativa de lo que fue una experiencia superficial en 2009. James Cameron, el rey de las segundas partes, tiene la respuesta clara: entregando un nuevo paso en las aventuras del planeta Pandora que convierten esta ahora franquicia en una entusiasta saga multigeneracional acerca del destino de la humanidad y de los Na’vi. La lista de personajes se expande, recuperando viejos conocidos y sumándoles una buena cantidad de caras nuevas, como preparando el terreno para esos elencos que las grandes óperas de ciencia ficción literaria suelen tener. Jake Sully ya hace mucho tiempo vive como un Na’vi más, renacido y líder de sus pares al mismo tiempo que junto a Neytiri ha formado una numerosa familia con dos hijas y dos hijos. Sus calculados ataques al avance humano en el planeta han mantenido en jaque demasiado tiempo a lo que se supone sea una terraformación imperialista total. El resultado, además de un buen tiempo de paz guerrera para los Na’vi, es que los humanos se ven obligados a recurrir a un enemigo del pasado para poner en la mira puntualmente a Sully y su familia. Nuestros protagonistas dejan atrás las junglas de Pandora para adentrarse en sus océanos, donde una subespecie de los Na’vi los recibirá con los brazos no tan abiertos y tendrán que readaptarse a una vida tan desconocida para ellos como para la audiencia. Los nuevos ambientes, la nueva flora y fauna contextualizan un guion excepcional en una experiencia visual como realmente pocas. Cameron y su equipo de guionistas no solo han logrado introducir, además de desarrollar, un grupo de nuevos personajes que podrían a futuro ser el centro total de esta ahora saga, sino también encargarse de mantener esa cualidad tan literaria que atrapan a los espectadores tanto en el contexto como en el centro de la narrativa en sí. Esta será una cinta totalmente pochoclera, pero no es ajena al cine en el que las secuencias sin diálogo transmiten tanto como sus más dramáticos enfrentamientos dialécticos. Mantiene, además, ese corazón tan inocentemente ecológico como supo ser la original, que por más «paseo hecho por computadora con gente azul y explosiones» que haya sido también terminó siendo mucho más apreciable en sus temáticas que el 90% de las publicidades militares y ads de comic-con que sodomizaron a la industria la siguiente década. Cameron propone siempre un cine agresivo tanto dentro como fuera de la pantalla. La trama va a recontextualizar rápidamente lo que era una experiencia sensorial con un protagonista puntual en la primer película, a una narrativa centrada en la maduración de no menos de seis protagonistas al mismo tiempo que cuenta con secuencias de acción tan bombásticas como los momentos de puro asombro ante una Pandora que no parece tener límites en cuanto a las maravillas que apreciar. En una era donde las dos horas y media de película se han casi que normalizado, Cameron vuelve a empujar el horizonte proponiendo más de tres horas de un cine como el que pocas veces se puede ver, y lo hace además forzándonos a viajar en el tiempo a la década pasada dándonos antes de entrar esos anteojos «3D» . Estos detalles podrán irritar a aquellos sin muchas ganas de poner el traste en el asiento, pero no tiene porque asustar a los que están curiosos de regresar a ver qué mantiene del fenómeno cultural tan puntualizado que se vivió en 2009. «Avatar 2» es ambición pura y dura que en manos de un maestro del pochoclo como lo es James Cameron, se convierte en una experiencia imperdible que nos remite a épocas donde los que aspiraban al éxito en taquilla prometían a su público algo más allá del «más de lo mismo». Si al leer la noticia de una nueva cuadrilogía de Avatars nos llenó a todos de dudas, ver «Avatar 2» no hace más que asegurarnos no sólo que nunca hay que dudar de los genios como Cameron, sino también que todavía queda mucho por descubrir en Pandora y que el portento tan cinematográfico como narrativo que trajo al ruedo para convertirse en saga nos ha dejado a varios con ganas de que pronto se estrenen todas las secuelas que Cameron vea apropiadas. Si pudiese comprar mi entrada para Avatar 3, 4 y 5 lo haría ya mismo sin dudarlo, apenas puedo esperar.
Tras mostrarse en los Festivales de Locarno y Mar del Plata, llega una película sobre un filme perdido realizado en la Argentina de mediados de los 70s; que verá la luz tras décadas de polémica por la sangre que se desparramo durante su producción.