LA ESPECULACIÓN DE LOS SECRETOS
La campaña publicitaria para la tercera entrega de Animales fantásticos cumplió con todas las expectativas de los grupos detractores que esperaban odiarla. A nadie le pasa desapercibido que el concepto de precuela es masivamente mal visto de antemano desde que George Lucas estrenó su segunda trilogía galáctica. En el caso del -así bautizado- Universo cinematográfico del mundo mágico, el terreno que rodea por fuera a sus nuevos relatos es, tal vez, vapuleado como ninguno, siendo algunas de sus causas: Un repudio bastante amplio hacia la aventura anterior; las declaraciones públicas de la creadora de la franquicia y guionista de las últimas películas; el cambio de actor en el antagonista; y la escasa presencia de una las protagonistas introducidas en 2016.
De entrada, la decisión más firme en Los secretos de Dumbledore es la de establecer al principio cuál es la criatura mágica que será determinante tanto para el disparador del conflicto como para la resolución del mismo. La mayor queja que recibieron las antecesoras fue precisamente esa, que los animales del título como saga convivían forzadamente con los eventos inherentes a Harry Potter.
En oposición a aquello diremos que eso está muy lejos de ser cierto, aunque comprendemos que el descontento surge porque esos seres terminaban siendo un punto de partida y, en cierta forma, funcionales, más allá de que hubiera secuencias que se prolongaban deliberadamente en beneficio de la intriga y el preciosismo, pero que se esfumaban casi por completo ante los desenredos narrativos. Tampoco nos enemistamos con ellas, es más, esta vez vuelve a pasar en el calabozo donde Newt Scamander (Eddie Redmayne) debe rescatar a su hermano del estómago de una especie de cangrejo-escorpión gigante. Toda la secuencia es un desvío, ocasionado por la torpeza de un mago profesional tomado como prisionero, el nivel de suspenso se vuelve endeble en un aspecto (los cangrejos-escorpiones diminutos se distraen con las sobras arrojadas por su superior y lo hacen por grupo o todos juntos, dependiendo del recluso que el guion establece que debe sobrevivir) y aun así genera un clima fabuloso con raciones muy precisas de riesgo y comedia.
Otro aspecto del cual se distingue esta tercera parte de las otras dos es en el descarte de un escenario muy particular. La película no tiene ninguna escena en la que veamos el interior del maletín de Scamander. Alguien en plan detractor podría burlarse y determinar que esto es así para ahorrar en gastos digitales. Sin embargo, esta vez no solo se juega más con el punto de vista exterior, sino que esto desemboca en el operativo final con los cinco maletines planeado por el joven Albus Dumbledore (Jude Law). Con la expresión “for your eyes only” hacia una de las implicadas y el clímax resuelto en Bután, en una suerte de monasterio de la magia con tonos de espionaje, manifiesta a las claras sus semejanzas con la quinta Bond de Roger Moore. Además tiene sus halagos puestos a la inversa: Solo para sus ojos es la primera 007 que no cuenta con la presencia de M, el jefe del MI6, representando el duelo de la productora por la cercana muerte de Bernard Lee, el primer actor que lo encarnó; Los secretos de Dumbledore expresa la primera vez que vemos al longevo director de Hogwarts gestionando un sigiloso plan de batalla y también participando en él, haciendo todo lo que el M de Lee no pudo hacer en su ausencia.
No obstante, los espejos. Desde la primera escena, con un restaurante que es falsamente incinerado, nos anticipan el uso que le darán para las peleas y a lo largo del relato hay una utilidad paralela, como simple medio de comunicación a través de la escritura. Esta segunda manera es la que mejor sale parada, similar a lo que sucede con el interior del maletín del magizoologo aplicado como fuera de campo -en ventaja de quienes ya vieron las aventuras previas-, con esta apuestan por desafiar un poco a quienes conocen a los personajes, para permitirles entender quién escribe del otro lado del espejo y quién no, y esto tiene peso en el último tercio de la historia. El otro uso de los espejos está, sí, para romper el juramento de sangre entre Albus Dumbledore y Gellert Grindelwald (Mads Mikkelsen) y abrir paso a la cuarta parte, pero también para justificar destrozos sin daños colaterales y poner en palabras del mismo Dumbledore que las consecuencias se dieron por suerte. Por lo tanto, termina por ser un uso muy cobarde del elemento especular.
Con eso y todo, aunque Animales fantásticos: Los secretos de Dumbledore triunfe, nuevamente, más –y mejor- en su parte animal y apueste a secretos de linaje que simplemente son corridos de lugar, además de los personajes que salva de la muerte por simple capricho o no se atreve a tocarlos porque sabemos que sobrevivirán por estar familiarizados con la saga del niño-que-vivió, el regreso a este mundo para quienes crecimos con él -y todavía lo seguimos con cierta afición- es más que deleitable.